Un Camino de Santiago monolingüe, un poco más caro y a medio gas - Camino de Santiago

Un Camino de Santiago monolingüe, un poco más caro y a medio gas

Dos peregrinos franceses haciendo el Camino de Santiago, a la altura de Canfranc
Dos peregrinos franceses haciendo el Camino de Santiago, a la altura de Canfranc

La escasa llegada de turistas reduce el tránsito en la ruta jacobea, en la que unos albergues semivacíos han tenido que subir algo los precios

No pocos tenían apuntado el Camino de Santiago en sus agendas de 2020. Es un plan vacacional fácil de organizar, tan barato como se plantee —uno puede ir a todo trapo, pernoctando en la red de paradores nacionales y dejándose llevar por la Guía Michelín, o bien con la austeridad propia de los primeros peregrinos por bandera, presupuestando alrededor de 10 euros por jornada— y bastante apropiado en el contexto postcuarentena.

La película ha cambiado y sigue haciéndolo día a día. Los albergues públicos y privados no están, ni de lejos, tan vivos como años atrás en estas fechas y la razón es evidente: el fluir de turistas coreanos, estadounidenses, europeos, sudamericanos y de otras procedencias internacionales se ha frenado en seco.

Y los caminantes españoles no satisfacen el conjunto de la oferta. “Ayer no hubo nadie. Aunque hayamos reducido a la mitad las plazas ningún peregrino va a tener problemas de espacio”, cuentan desde el albergue de Arrés, uno de los imprescindibles del tramo aragonés que conecta el Somport con Puente La Reina de Navarra.

El alojamiento del pequeño pueblo perteneciente al municipio de Bailo depende de manos voluntarias y siempre ha cobrado únicamente la voluntad. El roto económico es más evidente en aquellos albergues que constituyen la principal fuente de ingresos de sus propietarios.

Tierras arriba y abajo de Arrés, en la Jacetania y ya en demarcación foral, hay y habrá durante todo el verano disponibilidad total de camas. Pero los protocolos han cambiado y los establecimientos deben hacer adaptaciones que, en algunos casos, implican ciertos desembolsos. Y, por tanto, cierto incremento en los precios respecto al escenario previo a la covid-19.

“Es perfectamente entendible. Al llegar al lugar en el que pasará la noche, el peregrino dispondrá de una bolsa desechable en la que meterá el calzado del día, taquillas, sábanas de un solo uso, geles, zonas comunes que han tenido que ser especialmente habilitadas… todo eso hay que pagarlo”, razona Luis Gutiérrez, presidente de la Federación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago. Los precios por una noche en un establecimiento privado pueden aumentar “un pelín”, pasando de 10 a 12 euros, incluyendo desayuno.

El portavoz de la asociación de voluntarios recuerda que “el Camino no está infectado, sino que somos nosotros los que podemos portar el virus”, por eso “los peregrinos debemos tener cabeza y extremar las precauciones frente al coronavirus, llevando mascarilla cuando caminemos junto a otros, o guardando la distancia de seguridad suficiente al avanzar en grupo, también portando un frasquito con gel hidroalcohólico para ir desinfectando nuestras manos, como ya hacen algunos”.

Los primeros que se adentraron en la ruta tras el estado de alarma se toparon con un Camino de Santiago monolingüe, sin la característica sobremesa de torpe chapurreo del inglés con gentes de allá y de acá. Y también con la dificultad de proveerse de viandas para la jornada e, incluso, para alojarse en según qué comarcas. “Ese panorama se corresponde con los primeros días tras el confinamiento. Ahora es más sencillo encontrar dónde comer y dormir. Hay albergues abiertos a lo largo de todo el Camino. La afluencia de gente es menor, así que aunque haya menos plazas se compensa y nadie se va a quedar colgado”, recuerda Gutiérrez.

Puede que el verano de 2020 deje al peregrino menos posibilidades de relacionarse con compañeros de otros países, pero a cambio tiene más espacio para sí mismo, más capacidad para buscar la vertiente más espiritual de la experiencia jacobea. Quizá 2021, año santo jubilar compostelano, sea más parecido a los cursos anteriores.

Leído en Heraldo

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