Demasiado peso a hombros en el Camino de Santiago
Tejidos resistentes e impermeables, plástico, metal o espuma son algunos de los materiales que forman el caparazón del peregrino, una pieza de la que no se desprenden y que se convierte casi en una extensión de su cuerpo mientras dura el viaje: la mochila.
Los propios caminantes son conscientes de que cargarán con ella a la espalda durante varias semanas, por eso se preocupan, ya antes de partir, de no llevar demasiadas cosas en el interior de su macuto. Sin embargo, a pesar del cuidado que ponen en llevar lo justo y necesario, la mayoría acaba transportando más peso del recomendado, que es un 10 por ciento del peso corporal del peregrino según las guías del caminante. Al menos ese es el resultado de un muestreo aleatorio realizado por Diario de Navarra en las localidades de Zubiri y Puente la Reina en el que se pesó a once peregrinos y sus mochilas.
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Celine Roland, francesa de 31 años, es una de las peregrinas que se subió a la báscula. Unos días antes, cuando estaba preparando la mochila en su casa, en las cercanías de París, esta joven usó un utensilio de cocina para pesar una a una las prendas que tenía para escoger aquellas que pesaran menos. A pesar de todo, cuando subió a la báscula en la localidad navarra de Zubiri con la bolsa a la espalda, la máquina marcó 82,7 kilos, 9 más de lo que señaló cuando subió sin la mochila. El peso de su carga sobrepasaba el recomendado en casi 2 kilos, una cifra que se quedaba pequeña en comparación con los 4 kilos de más que pesaba la bolsa de su compañera, Delphine de Lassus, de 30 años, cuya mochila debería pesar unos 7 kilos y medio cuando pesaba 11 y medio. “Lo más pesado es el saco de dormir, pero es algo imprescindible, como la mayor parte de lo que llevo”, señalaba Roland, que reconocía poco después que había cargado algo “inútil” pero importante para ella: “Traigo el iPad para leer y escribir en mi diario”.
Mientras Roland dedica sus ratos libres a escribir, otros los invierten en jugar a cartas. Este es el caso del peregrino alemán Mike Eckl y sus compañeros de viaje. Una baraja de cartas de póquer es el elemento más prescindible de los que lleva este germano en la mochila, que, según indicaba la báscula, pesaba 13,4 kilos, 3 más de los recomendados para su cuerpo. “Seguro que es por el gorro”, bromeaba Eckl quitándose el sombrero de paja.
A pocos metros descansaban Martha y Theresa Cambach, gemelas alemanas de 18 años; Sandro Englert, alemán de 23 años; Marianne Witz y Matthias Kirschner, austriacos de 19 y 28 años. Los cinco pasaron por la báscula y las mochilas de todos ellos excedían los kilos recomendados. Curiosamente, la bolsa más pesada, con 11,5 kilos, era la de Martha, que era la joven con el peso más bajo de los cinco. “Dentro llevo un recambio de cada prenda de ropa, el saco de dormir, crema solar… lo necesario. Aunque también he traído una armónica que toco en los ratos libres”.
A pesar de llevar casi todo lo imprescindible para este viaje “en busca de la libertad y de experiencias”, como señalaba Martha, los cinco jóvenes echaban de menos algunas cosas, como apuntaba Theresa: “Ojalá hubiéramos traído una tienda de campaña. Hemos dormido al raso algún día y por la noche hace frío”. “Yo también echo de menos mi ‘smartphone'”, añadía Sandro Englert.
Quien tampoco llevaba un teléfono inteligente era Fray Giuseppe Maria, Giuseppe Pulvirenti, que estaba haciendo el camino como peregrinación vicaria, en sustitución de una joven que había caído enferma a causa de un tumor. En su mochila de 7,5 kilos, este franciscano de 39 años, natural de Nápoles, llevaba, además de la ropa y una botella de agua, una pequeña Biblia y un libro de oraciones.
Dona Zhu, neoyorquina de 24 años, también salió de casa con un libro en la mochila, pero pronto se dio cuenta de que esta pesaba demasiado y decidió enviar algunas cosas por correo desde Pamplona a Santiago. “Al principio pensamos que todo es imprescindible pero luego nos damos cuenta de que hemos cogido demasiadas cosas”, explicaba sentada en un banco frente al albergue de Puente la Reina. Tras enviar algo de ropa, un libro, baterías y algunas cosas electrónicas y quedarse con lo justo, la mochila de Zhu pesaba 10,9 kilos, casi 5 más de lo recomendado. “Uf, pesa más de lo que pensaba”, exclamó la joven al ver la cifra en la báscula.
En Puente la Reina también subió a la máquina María Bergas Ferriol, mallorquina de 52 años. Con 6,5 kilos, la mochila de esta peregrina fue la única que se acercó al peso recomendado para su cuerpo, sobrepasándolo solo en unos 200 gramos, toda una rareza en un Camino en el que la mayoría de peregrinos cargan con demasiados kilos a la espalda.
Leído en Diario de Navarra