Quienes conocen a Tino Lores, el pontevedrés que preside la asociación de Amigos del Camino Portugués, saben que se le podrán sacar algunos defectos, pero saben también que entre sus virtudes está la de culebrear continuamente, la de moverse de un lado a otro a ritmo trepidante para, como él dice, «vender Camino, vender país y vender Galicia».
Él y el colectivo que tiene detrás sacaron petróleo del Camino Portugués, que hace dos décadas era un perfecto desconocido, y por el que se calcula que este año pasarán nada menos que 60.000 peregrinos -estamos en noviembre y ya se acaricia esa cifra-.
Entre el 2011 y 2012, Tino Lores, al igual que algunos gestores públicos de O Salnés, empezaron a pensar en que, de alguna manera, había que vincular el Camino de Santiago a sitios como el monasterio de Poio o como Armenteira, así como a las rías de Arousa y Pontevedra; a lugares ora llenos de espiritualidad ora con un filón turístico descomunal.
Porque, en realidad, históricamente estaban ligados, bien por la ruta del Padre Sarmiento hacia Compostela, bien porque los caminantes buscaban las estancias conventuales, bien por la traslatio de los restos del Apóstol por el Ulla.
Así fue como vino al mundo la llamada Variante Espiritual, una ruta alternativa -que no competencia- a una parte del Camiño Portugués que va desde Pontevedra a O Salnés tocando al mar, y que remata en Padrón.
Tino Lores no engaña a nadie, dice que la ruta fue «un invento», en base, eso sí, a distinta documentación y hechos históricos. Pues de esa inventiva inicial se ha pasado al éxito. Es difícil hacer cálculos numéricos.
Pero Amigos del Camino Portugués estima que unos cinco mil peregrinos pasaron este año por la variante; el balance sería de un aumento de mil caminantes por cada año de vida de la ruta.
Hay cifras elocuentes se mire por donde se mire.
El albergue a tiro de piedra del monasterio de Armenteira se inauguró el 30 de marzo de este mismo año y este último viernes, según los datos aportados por las hospitaleras voluntarias, el número de peregrinos que habían pernoctado en él era de 3.342.
Ahí es nada.
En Ponte das Cabras se elige
La ruta espiritual, en realidad, se vende sola. Se entiende bien esto si se recorre de cabo a rabo y se comprueba lo que supone maridar la esencia del Camino de Santiago con la belleza de las rías de Arousa y Pontevedra.
Todo empieza tras haber atravesado la ciudad del Lérez, en A Ponte das Cabras. Ahí, los peregrinos pueden elegir seguir el Camino Portugués convencional, por Barro y Caldas, o tomar la Variante Espiritual.
La mayoría optan por la vía tradicional, más que nada porque si preguntan enseguida se les informa de que la variante es un «invento reciente» y que, pese a que se siguió en parte la ruta del Padre Sarmiento y la traslatio del Apóstol en barco, no es el Camino de Santiago en sentido estricto -de hecho, sus kilómetros no computan para conseguir la Compostela-.
Pero hay quien decide recorrerla igualmente, sobre todo, desde que en Internet proliferan los foros en las que se cantan las maravillas de caminar viendo primero la ría de Pontevedra y luego observando el mar más rico del mundo, el de Arousa.
«Buscamos la paz y paisajes que nos transmitan tranquilidad», señalaba un suizo que cruzaba con su mochila hace unos días Pontevedra para ir luego hacia la Variante Espiritual. Y añadía este hombre: «Hay un debate en Internet sobre si se trata de un trazado espiritual o es algo turístico, porque también incluye un trozo en barco, pero nosotros decidimos hacerlo por los comentarios maravillosos que vimos».
¿Y qué se encuentran quienes en Ponte das Cabras deciden ir por la Variante Espiritual?
Lo primero es una inmersión en territorios de Poio. Ahí, la variante avanza siguiendo los pasos que dio el Padre Sarmiento hacia Santiago.
Tras varios kilómetros donde se combina el asfalto con caminos de tierra y la visita al monasterio de Poio, ocurre algo que no pasa desapercibido para ningún caminante. En A Seca aparece el mar. Y se camina con el telón de fondo de la ría de Pontevedra.
Otro de los alicientes de la ruta es que, unos kilómetros más adelante, se llega al pueblo donde el hórreo es arte, Combarro. Hay algunos peregrinos que no se resisten a hacer noche ahí.
Otros, sin embargo, se atreven con la parte más complicada de la ruta: la empinada subida del monte Castrove. Los que lo hacen, tienen recompensa: la impresionante llegada al monasterio de Armenteira. Si se camina hasta ahí, se habrán recorrido 21 kilómetros de la variante.
La Ruta da Pedra e da Auga
En la segunda etapa, que tiene un total de 24 kilómetros, la ruta se convierte en un delicioso paseo en verde a cuenta de la Ruta de la Pedra e da Auga.
Luego, desembarca en Vilanova. Y ahí hay que volver a elegir. O subir el Ulla en barco o hacerlo por tierra, a través de la capital arousana.
Dicen desde la compañía que fleta la embarcación, Bahía Sub, que en lo que va de año debieron trasladar hasta Padrón a unos 1.800 peregrinos, y que el servicio todavía es deficitario. Quizás, haya que tener paciencia hasta que el potencial de la ruta explote.
Eso es al menos lo que contestó Tino Lores a alguien experto en temas jacobeos cuando puso en duda el éxito que podría tener la Variante Espiritual. Le dijo: «Tenemos ruta, peregrinos y albergues, es cuestión de esperar».
Y la espera empieza a dar frutos.
Leído en La Voz de Galicia