Coreanos en lunas de miel, duelos por fallecidos, búsqueda de aventuras... mensajes del Camino desde Roncesvalles - Camino de Santiago

Coreanos en lunas de miel, duelos por fallecidos, búsqueda de aventuras… mensajes del Camino desde Roncesvalles

Albergue de peregrinos de la Real Colegiata de Roncesvalles, Navarra :: Albergues del Camino de Santiago
Albergue de peregrinos de la Real Colegiata de Roncesvalles

En los 14 días de apertura del albergue de la Real Colegiata de Roncesvalles se han registrado 428 peregrinos de 37 países

Estoy de luna de miel”, profiere un peregrino surcoreano al pisar el rellano del albergue de la Real Colegiata de Roncesvalles. Sus primeras palabras, con una sonrisa de oreja a oreja, las recibe una hospitalera holandesa de 74 años, sin dar crédito a lo que acaba de escuchar. “¿Luna de miel? ¿Y su mujer?”, interpela, en inglés. “Viene por detrás”, asiente el caminante. Pero, pasa una hora y no aparece nadie. La voluntaria le anima a entrar y registrarse.

Ahora le atiende Marisol Goikoa, responsable desde hace 23 años de este refugio que conforma la puerta del Camino después de Valcarlos.

“¿Te acabas de casar y dejas a tu mujer atrás? Así no llegas casado a Santiago”. Goikoa no lo dice, pero lo piensa. Teme que la peregrina coreana se aleje de la carretera y se desoriente al caer la noche. En ese momento, por suerte, se presenta Txetxu, uno de los “custodios” de la ruta jacobea. Un inspector de la Policía Nacional de Fronteras encargado junto a su unidad de la asistencia a peregrinos.

El policía pregunta por su mujer y éste asegura que ya se encuentra en Valcarlos. Aún le quedan por delante tres horas de subida, calculan. La lluvia, el frío, el cansancio, la noche, la montaña, todo ello conforma una ecuación peligrosa a esta altura de travesía y jornada. El policía y el peregrino suben a un todoterreno y se dirigen en su búsqueda. Dan con ella a la entrada de Valcarlos, “agotada”.

347 Extranjeros

“Muy poco a poco el camino va recobrando el pulso”, reflexiona Marisol Goikoa. La recuperación se refleja en los datos de los 14 primeros días de apertura. Del 4 de marzo al 18 el flujo por la Real Colegiata ha sido de 428 peregrinos y 37 países: 81 españoles, 347 extranjeros (262 hombres y 166 mujeres). Si el 17 de marzo de 2022 dormían en este lugar 38 personas, en marzo de 2019 y en 2018, ese mismo día, fueron 59 y 50.

“Después de dos años están volviendo los coreanos, incluso los americanos”, sigue explicando la responsable del albergue, leyendo la lista de países que han entrado en esta comunidad por Roncesvalles estos días: Albania (1 peregrino), Alemania (62), Argentina (2), Australia (4), Austria (1), Bélgica (6), Brasil (5), Canadá (8), Chequia (2), Chile (1), Corea del Sur (36), Dinamarca (4), Eslovaquia (1), Eslovenia (1), España (81), Estonia (1), Francia (48), Gran Bretaña (19), Holanda (15), Hungría (4), Irlanda (10), Islandia (1), Italia (39), Kirguistán (1), Lituania (1), México (9), Noruega (2), Nueva Zelanda (1), Polonia (2), Portugal (3), Sudáfrica (1), Suecia (3), Suiza (2), Taiwan (1), Uruguay (2), Estados Unidos (46) y Venezuela (2). El año pasado, incluso, sellaron sus credenciales en este tramo 28 ucranianos y 14 rusos.

Al entrar al albergue, el cansancio de los peregrinos cae en brazos de los hospitaleros. Acto seguido, rellenan una ficha, toman una bebida caliente y continúan a una segunda estancia, según establece el protocolo covid. Marisol les asigna una cama y les informa de lo necesario. En realidad, las necesidades más apremiantes no van más allá de la cama, ducha, limpieza de ropa y cena caliente. Ella se encarga también de las reservas en los restaurantes y distribuir los tickets, entre otras cosas.

El 17 de marzo, a las siete de la tarde, una vez que Marisol se queda sola frente al ordenador, no duda en confesar un secreto. “He cumplido mi sueño”, sonríe, al principio tímida. “He conseguido viajar a Santiago… y sola”, se sincera, ahora emocionada. “Quería saber qué sienten los peregrinos que pasan por mis manos. Llegar fue una liberación. Me quedé 45 minutos apoyada en la baranda, observando la catedral. Sentí una paz…”.

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