A orillas del Camino Francés por Aragón, en plena provincia de Zaragoza, se alza un lugar detenido en el tiempo, donde las piedras aún cuentan historias y los muros en ruinas susurran el eco de una vida pasada. Hablamos de Ruesta, un pueblo oficialmente abandonado desde hace más de seis décadas, pero que ha encontrado en el Camino de Santiago una vía para seguir respirando. Cada año, cientos de peregrinos descubren este rincón mágico y se dejan conquistar por su historia, su leyenda y su hospitalidad.
Un enclave histórico con raíces medievales
Ruesta fue fundado en el siglo XI, en torno a un castillo de origen musulmán que más tarde pasaría a manos de los primeros aragoneses. Esta localidad se desarrolló bajo la protección del Camino de Santiago, cuando los reinos de Aragón y Pamplona ya caminaban por separado y el Canal de Berdún era escenario constante de conflictos.
Gracias a su posición estratégica y su economía agrícola, Ruesta prosperó durante siglos, resistiendo guerras y transformaciones. Pero todo cambió en los años 60 del siglo XX, cuando la construcción del embalse de Yesa obligó a desviar el cauce del río Aragón y anegar las fértiles tierras del municipio. Como consecuencia, sus habitantes abandonaron el pueblo, que quedó sumido en el silencio… al menos, hasta que los peregrinos empezaron a llegar.
Las joyas arquitectónicas de Ruesta: castillo y ermita
Pese al abandono, Ruesta conserva importantes vestigios de su esplendor medieval. El castillo de Ruesta, todavía visible entre la maleza, es una fortaleza de dos torres unidas por un alto lienzo de muralla, con una tercera torre muy derruida y restos de su antigua muralla defensiva.
A unos 800 metros del núcleo urbano, se encuentra otra joya monumental: la ermita de Santiago, también conocida como el Priorato de Santiago. Esta iglesia románica es una de las más antiguas de Aragón, junto a San Caprasio de Santa Cruz de la Serós y Santa María de Iguácel, en el entorno de Jaca. Declarada Bien de Interés Cultural, sigue siendo un lugar de parada obligada para los peregrinos y los amantes del arte y la historia.
El albergue de Ruesta: hospitalidad en medio del silencio
Lejos de ser solo un conjunto de ruinas, Ruesta ha sabido resurgir de sus cenizas gracias a su albergue de peregrinos, uno de los más singulares del Camino Aragonés. Fundado en 1993, este albergue representa la única edificación habitable del pueblo y ha sido rehabilitado en dos edificios:
- Casa Valentín: Abierto todo el año, dispone de 18 plazas repartidas en cuatro habitaciones.
- Casa Alifonso: Con 34 plazas distribuidas en nueve dormitorios, abre solo en temporada alta.
Ambas casas conforman un oasis de hospitalidad para los caminantes, que pueden disfrutar también de un servicio de bar-restaurante, abierto desde las 9:00 hasta las 23:00 horas, y con menús a precios muy asequibles: 14 euros entre semana y 16 euros los fines de semana. Eso sí, se recomienda reserva previa para garantizar disponibilidad.
Servicios adicionales pensados para peregrinos
El albergue de Ruesta está preparado para facilitar la vida al peregrino:
- Taquillas individuales con llave.
- Espacio seguro para guardar bicicletas.
- Zonas de acampada para quienes prefieren dormir al aire libre.
- Opcionalmente, se puede alquilar ropa de cama y toallas.
- Se admiten mascotas, ideal para quienes hacen el Camino de Santiago con perro.
Puedes consultar más detalles y otros albergues en esta etapa del Camino Aragonés.
Ruesta, un pueblo detenido en el tiempo… y en movimiento
Ruesta se ha convertido en mucho más que una curiosidad histórica. Para muchos peregrinos, representa una etapa diferente: un lugar donde el silencio es profundo, donde cada piedra parece cargada de memoria y donde la naturaleza ha reclamado su espacio sin borrar del todo la huella humana.
Hoy, este pueblo “abandonado” vive gracias a los caminantes, a quienes ofrece refugio, historia y emoción. La resiliencia de Ruesta es el reflejo de la de tantos peregrinos que, a pesar del esfuerzo, siguen adelante etapa tras etapa.
¿Por qué visitar Ruesta?
Si estás planeando recorrer el Camino Aragonés, Ruesta está en tu itinerario, y pararte aquí es una decisión que no te arrepentirás de tomar. No solo encontrarás un lugar con alma, sino que podrás descansar en uno de los albergues con más carácter de toda la ruta.
Además, es una oportunidad única para conocer un fragmento de historia viva, sentir el misticismo del castillo entre las ruinas, visitar una de las ermitas románicas más antiguas de Aragón y compartir un plato caliente con otros peregrinos en un entorno de auténtica comunión jacobea.
Ruesta no está muerto. Ruesta vive, gracias a quienes caminan.
Y tú, ¿te animas a escribir tu propia historia en este lugar lleno de leyenda?
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