Los albergues y polideportivos son insuficientes para dar cobijo a los peregrinos que durante estos días, de Melide a Santiago, hacen el último tramo de la ruta francesa
El último tramo del Camino de Santiago se ha visto inundado estos días por una marea de peregrinos. Los caminantes que llegan a Melide, Arzúa y O Pino han de enfrentarse a la posibilidad de no encontrar cobijo para pasar la noche. En año jacobeo y en plenas fiestas del Apóstol, los albergues de estas localidades, ya sean públicos o privados, no tienen capacidad para alojar a más huéspedes y no queda más remedio que abrir los polideportivos, en los que los caminantes se acomodan como pueden. Pero ni siquiera los pabellones son suficientes para acoger tal avalancha de peregrinos.
El Camino se convierte en una auténtica carrera por conseguir alojamiento. Largas colas de tres y cuatro horas se forman frente a los albergues y no hay más remedio que ponerse en pie bien temprano para asegurarse una plaza. «Hay gente que se levanta a las cuatro de la madrugada», comenta Helder Rui, un joven portugués de Aveiro.
Algunos, con más suerte, no tienen problemas para hacerse hueco, como un grupo de scouts procedentes de Sevilla que reservaron espacio en el Palacio de Congresos de Melide.
El hecho de que los grandes grupos tengan preferencia sobre el resto de los caminantes causa malestar entre algunos peregrinos. «Los grupos ocupan todas las plazas y nos dejan sin sitio. No es justo», se queja Fernando Gómez, un cántabro que intenta hacerse sitio a duras penas en el pabellón de O Viso, en Arzúa, una de las localidades más concurridas por los peregrinos.
Por si fuera poco, en Arzúa no hay colchonetas suficientes para todos los viajeros, a los que a veces no les queda más remedio que compartir cama. Los más precavidos se valen de sus propias esterillas, para no tener que dormir en el duro suelo. «Hemos tenido que compartir 10 colchonetas entre 28 personas», relatan Almudena Bautista y Juan Luis, miembros del grupo cristiano Neocatecumenal.
Tensión palpable
Si todo está desbordado en Melide y Arzúa, en Pedrouzo (Arca) la situación es extrema. A solo 20 kilómetros de Santiago, la tensión es palpable entre los peregrinos, que se reparten como pueden entre albergues, el polideportivo e incluso la iglesia de la localidad. La situación fue especialmente dura el jueves, día en el que la Guardia Civil e incluso un concejal tuvieron que acudir al pabellón de Arca para calmar los ánimos.
«Había un grupo de 83 personas en el polideportivo, y la gente se quejaba porque no dejaban sitio. Al final acabaron marchándose», explica Ángel de Luis, un bilbaíno que, a pesar de lamentarse de la mala organización de algunos albergues, está muy contento con la atención médica y con Protección Civil.
Blanca Esther, una joven gaditana, es menos optimista que Ángel. «No se puede publicitar el Camino de esta manera cuando los servicios son tan deficitarios», dice indignada Blanca, que al igual que Irene Varela, una muchacha de Pontedeume, presenció los incidentes que tuvieron lugar en el polideportivo de Pedrouzo. «Hoy me he avergonzado de ser gallega; los servicios que se están dando son muy malos», lamenta una Irene incluso más radical. Afortunadamente, en Arca, iniciativas como la de ofrecer sitio en la iglesia del lugar, han dado abrigo a más de 80 personas. No obstante, aún hay quien tiene que dormir al raso, con el único abrigo de una manta y de las estrellas.
Cuando los peregrinos llegan a Compostela, las cosas mejoran un poco. No solo porque han alcanzado el anhelado destino, sino porque hay más lugares donde dormir, ya sea en el Monte do Gozo y otros albergues, en los cámpings o en los hostales. De lo que no se libran los caminantes, incluso en Santiago, es de hacer largas colas.
Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2010/07/24/0003_8628635.htm
la lamentable “situación” de la guardia civil y el alcalde fue en arzúa.