El albergue de Güemes (Bareyo), conocido como ‘La cabaña del abuelo Peuto‘, ha recibido a su peregrino 9.000, con el que afianza el espíritu del Camino de Santiago a través de un proyecto común y solidario que sostienen voluntarios con los donativos que reciben de quien allí se aloja.
“He flipado, porque al subir la cuesta de entrada al recinto he visto a unas 25 personas aplaudiendo entusiasmadas con mi llegada y no sabía qué pasaba ni por qué tiraban cohetes”, relata Álex Merino.
Este barcelonés, de 22 años, no podía imaginar cuando comenzó hace ocho días su primer Camino de Santiago que pasaría a formar parte del ‘salón de la fama’ del albergue de Güemes, máxime, sin tener conocimiento previo de su existencia.
Y es que, confiesa, que un compañero de ruta -que ha conocido estos días y al que ha arrebatado el ‘título’ por escasos minutos- le había revelado la existencia de este alojamiento, distinguido por su “exquisita” hospitalidad y “cuidadas” instalaciones.
Ese “culpable” es Manuel Moreno, un ibicenco de 19 años que se cuelga por segunda vez la mochila sobre los hombros para recorrer el Camino del Norte. “Me apasiona esta aventura, ya que supone una vuelta atrás a un estilo de vida caracterizado por ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, algo que en las sociedades modernas no existe”, subraya el ‘apesadumbrado’ peregrino 9.001 de Güemes.
Él sí que repite estancia en la cabaña del abuelo Peuto y pormenoriza detalles “maravillosos” de sus responsables, como el hecho de que ofrezcan agua, comida y cama a un precio “libre” y “responsable” estimado por el usuario.
La idea surgió hace 33 años de la mano del párroco de Bareyo y de Güemes, Ernesto Bustio, quien puso su casa familiar a disposición de un grupo de ciudadanos para, en conjunto, construir y adaptar nuevas infraestructuras -sobre un terreno de 4.000 metros cuadrados- con el objetivo de desarrollar un método de atención cercana al peregrino y de acoger actividades sociales.
“Es un albergue atípico que no es ni mejor ni peor que otros, sino que es diferente, porque tiene un nacimiento y un crecimiento especial al ser los propios colaboradores quienes han aportado recursos, esfuerzos e ideas para sacarlo adelante”, ha precisado Ernesto Bustio, quien remarca la inexistencia de ayudas por parte de las administraciones públicas o la Iglesia.
Además de los servicios básicos de recepción, aseo, manutención y aposentos para pernoctar, el albergue cuenta con una biblioteca nutrida de libros, audiovisuales y diapositivas acopiadas de entre los 70 países recorridos por el párroco.
Por otro lado se encuentra la denominada ‘Sala Magna’, donde cada día, antes de la cena, los encargados reúnen a los nuevos peregrinos para explicarles la historia de la cabaña del abuelo Peuto y la filosofía del albergue en relación con el Camino de Santiago.
La última dependencia construida hace tres años es una ermita ecuménica de planta octogonal que contiene pinturas y detalles característicos de la ruta apostólica, y que está destinada a reflexionar sobre “el verdadero camino de la vida: de la esclavitud a la liberación”, afirma Bustio.
En total son medio centenar de voluntarios quienes, durante todos los días del año, se encargan de cuidar gratuitamente el refugio, realizando labores de mantenimiento, limpieza, cocina y, sobre todo, de atención a los huéspedes para que se sientan como en casa.
Esta forma característica de proceder, el boca a boca y las redes sociales han colocado al albergue de Güemes entre uno de los hospedajes favoritos de la comunidad internacional de peregrinos del Camino de Santiago.
Leído en La Vanguardia
Tuve el acierto y la suerte de pernoctar una noche en el albergue de Güemes, creo que el año 2006. Después de la cena estuve un buen rato disfrutando con las anécdotas que me contaba el padre Ernesto.
Volví hace dos años, esta vez estaba haciendo turismo por la zona con mi esposa. El albergue había aumentado su capacidad, pero no ha perdido su especial manera de acoger a los peregrinos que deciden acabar su etapa allí.
Ernesto ha cumplido años, es inevitable, pero sigue con una mente muy lúcida y un verbo que nos invita a escucharlo y a interesarnos por aquello que nos explica de su larga vida.
Saludos y Buen Camino