Albergue. Quienes llegan a él separándose unos cientos de metros del antiguo Camino Real, guardan en sus pupilas la diversidad y belleza del paisaje riosellano que han recorrido
A un paso del trazado del Camino del Norte, concretamente en un desvío de la vía jacobea histórica que corre paralela a la costa de Ribadesella, San Esteban de Leces muestra al peregrino actual dos testigos de piedra del tiempo de las grandes romerías medievales a Santiago: el torreón de los Ruiz de Junco y los vestigios románicos de la iglesia parroquial. Al su lado, en las antiguas escuelas, se ubica el albergue municipal.
Con 64 plazas, es uno de los más espaciosos y animados de los que se va a encontrar el caminante por Asturias. «Aquí todo el mundo es bienvenido, la única norma es el respeto a los demás», afirman los encargados de atenderlo, Yolanda Seral y Pablo Cappagli.
Quienes llegan a San Esteban, apartándose unos cientos de metros del antiguo Camino Real, llevan fresca en sus pupilas la diversidad del paisaje riosellano que han recorrido desde su entrada en el concejo cruzando el puente sobre el Guadamía. En Cuerres, a la vera de la iglesia de San Mamés, habrán dejado la llamada Fuente de los Peregrinos, dieciochesca, con las iniciales de JHS y una cruz de Malta grabadas en su dintel.
Paso a paso habrán ido llegando a la villa y atravesado su casco antiguo por el interior hasta la actual iglesia de Santa María Magdalena. En esa plaza, abierta al mar hasta entrado el siglo XIX, se levantó el antiguo hospital de San Sebastián, construido en tiempos de los Reyes Católicos.
En nuestros días el paso de la ría discurre por el puente del Descenso del Sella, pero durante siglos los romeros compostelanos se dirigían a la llamada Rambla de la Barca para cruzar a la otra orilla arribando a la Punta del Arenal. Desde allí por San Pedro y Abéu, llegan ahora hasta Leces.
Frente al antiguo templo románico -destruido durante la guerra civil y rehecho posteriormente con su peculiar fábrica actual-, Mari Luz Sáenz de Santamaría y Juan José Pérez Valle, de la Asociación Cultural Amigos de Ribadesella, recuerdan que, aunque la vía jacobea no pasaba por aquí, constan en los antiguos archivos diocesanos varios enterramientos de peregrinos en su cementerio a lo largo del siglo XVIII, cuando el Camino a Santiago vivió una de sus últimas épocas de auge. «Al menos en dos de esas defunciones se especifica su condición peregrina, aunque donde hay mayor constancia de estos fallecimientos es en el Libro Sacramental de Ribadesella. En su procedencia abundaban los franceses y alemanes», explica Pérez Valle.
Entrada la segunda mitad del siglo XXI los extranjeros son mayoría entre quienes pernoctan en el albergue municipal, asegura su responsable Cappagli. Lo hemos podido comprobar de primera mano y, ya viniendo hacia San Esteban, nos cruzábamos con el húngaro Gergely Szabo, ataviado con sombrero de ala ancha y bastón coronado por una rama de palma: «Sigo una promesa religiosa por mi familia», desvelaba. Más adelante, avanzaban Nadine Vermeulen de Holanda, la suiza Katja Daegluy y el irlandés Patrick Fagan: «Venimos desde Llanes y nos conocimos en el camino», afirmaba la primera.
Sentado en una de las mesas de las antiguas escuelas de Leces, el milanés Giussepe Pinto relataba su trayecto desde Santander: «Ya conocía Asturias porque mi novia hizo en Oviedo su Erasmus y estuve visitándola. Me gustaría llegar a Santiago, pero tengo una pequeña lesión en un tobillo y no sé si tendré que dejarlo para otra ocasión. De momento me siento afortunado de tener sitio en este albergue para pasar la noche», confesaba.
Pedaleando en su bicicleta llega al albergue el israelí Mijail Alexander. Comenzó el Camino en el País Vasco y elogia la belleza del entorno costero cantábrico: «Soy judío y mis motivos para ir a Compostela no son religiosos, aunque la experiencia de viajar en solitario tiene mucho de espiritual. Tampoco me fijo etapas ni metas, voy sin prisa, disfrutando del paisaje y de la gente que me voy encontrando», explica. A media tarde, el goteo de nuevos peregrinos es constante. Un grupo de chicas celebra la llegada a su meta del día. Myriam, alemana, las francesas Ingrid y Karina, y Susana, de Lérida.
La catalana revela que no se conocían antes de salir esa mañana desde Llanes y que, independientemente de la razón por la que cada una ha iniciado la ruta jacobea, las une «el reto de gestionar tus propias fuerzas y compartir la vivencia con otras personas».
En el prau del jardín del albergue otros romeros descansan y conversan en inglés como lengua franca. Un aviso pintado con tiza anuncia en el interior la hora de salida del alojamiento a las ocho de la mañana. Les aguardan los últimos trechos riosellanos bordeando la marina de Vega y la capilla de la Magdalena, antes de cruzar el río Acebo para llegar a Berbes. El sol que ahora les arropa marca al otro lado de la costa el rumbo que seguirán cuando vuelva a salir para acompañarles de nuevo a un paso del camino a Santiago.
Leído en El Comercio