Breve historia del Camino Portugués: un legado milenario hacia Compostela - Camino de Santiago
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Breve historia del Camino Portugués: un legado milenario hacia Compostela

El Camino Portugués de Santiago no es solo una ruta, es un eco de siglos de fe, cultura y aventura. Para miles de peregrinos, esta vía jacobea representa una travesía ineludible hacia la tumba del Apóstol Santiago en Compostela, tejiendo una red de conexiones espirituales, culturales y económicas que han perdurado a lo largo de los siglos entre el sur y el norte de la Península Ibérica.

Sumerjámonos en el fascinante pasado de este itinerario, desde sus orígenes medievales hasta su resurgimiento en la actualidad, y descubre por qué se ha convertido en la segunda ruta más transitada hacia Santiago.

Los primeros pasos: orígenes y consolidación en la Edad Media

La historia del Camino Portugués se remonta a los albores de las peregrinaciones a Santiago, que comenzaron en las décadas posteriores al descubrimiento de la tumba del Apóstol entre los años 820 y 830. Su antigüedad podría ser tan grande como la del mismísimo Camino Francés, con algunos historiadores sugiriendo que su origen pudo estar vinculado a un camino político de reconquista y expansión del reino de León.

Los orígenes medievales del Camino Portugués

En la Edad Media, el Camino Portugués se fue desarrollando y asentando sobre una intrincada red de rutas fluviales, marítimas y, especialmente, terrestres. Muchas de estas sendas ya habían sido trazadas y utilizadas por romanos y musulmanes. De hecho, aún hoy se pueden observar restos de las antiguas calzadas romanas en el trazado actual. Por ejemplo, cerca de Oporto, aún es posible pisar tramos empedrados de la calzada XVI del Itinerario Antonino, que conectaba Lisboa (Lissipona) con Braga (Bracara Augusta). Más al norte, entre Ponte de Lima y Padrón, el camino coincide con la calzada XIX, que unía Braga con Astorga (Asturica Augusta). Testimonios de esta herencia romana incluyen miliarios, las ruinas de la gran ciudad romana de Conímbriga cerca de Coímbra, y una mansio o casa de campo de terratenientes en Rabaçal.

Inicialmente, las vías fluviales y marítimas fueron muy utilizadas por su rapidez, lo que las hizo protagonistas de numerosas leyendas y tradiciones jacobeas en Portugal. Sin embargo, la imposibilidad de usarlas en invierno contribuyó a la rápida consolidación de los itinerarios terrestres.

El impulso de la corona y la Iglesia fue fundamental para el desarrollo del Camino Portugués. Desde el siglo IV, toda Gallaecia estaba englobada dentro de la diócesis de Braga, lo que demuestra la profunda conexión ancestral entre Galicia y el futuro territorio portugués. No obstante, esta sumisión al obispo de Braga finalizó cuando la diócesis de Compostela alcanzó el rango arzobispal en 1120.

En el siglo XII, con Portugal emergiendo como un reino independiente de Castilla y León en 1139, las peregrinaciones a Compostela se convirtieron en un fenómeno de masas. El geógrafo Al-Idrisi ya señalaba en ese siglo la existencia de dos vías consolidadas que unían Coímbra y Santiago: una por mar y otra por tierra. Este auge llevó a la construcción de templos e iglesias dedicados al Apóstol Santiago en muchas localidades del norte de Portugal, quien de hecho se convirtió en el patrón de Portugal hasta el siglo XIV, momento en que fue reemplazado por San Jorge. La corona lusa se interesó activamente en fomentar los intercambios culturales y económicos entre ambos territorios.

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Peregrinos medievales

El esplendor y la devoción en los siglos XV y XVI

Durante los siglos XV y XVI, coincidiendo con la época de las grandes exploraciones portuguesas, el Camino vivió un nuevo auge. La devoción jacobea se integró en la vida religiosa del Reino de Portugal, con numerosas cofradías dedicadas a Santiago y con la creación de capillas y cruceiros a lo largo de la ruta.

Muchos navegantes y comerciantes, antes de embarcarse hacia América o la India, acudían a Santiago en busca de protección. Este período dejó importantes huellas arquitectónicas y culturales a lo largo del trazado. El Camino se convirtió en una experiencia de fe y aventura que traspasaba fronteras.

Peregrinos reales e ilustres: los artífices de la leyenda

La historia del Camino Portugués está salpicada por el paso de figuras eminentes que no solo recorrieron sus sendas, sino que también contribuyeron a su infraestructura y leyenda:

  • Isabel de Aragón, la Rainha Santa (Siglo XIV): Sin duda, la peregrina más ilustre. La Reina Santa realizó su peregrinación a Santiago en 1325, dejando una huella imborrable en la ruta. Su viaje está ligado a lugares como Águeda y Arrifada al sur del Duero, el “Caminho da Rainha Santa” al norte de Barcelos, y Reguengo en Valença do Minho, donde pernoctó según la tradición.
    La devoción y caridad de la monarca fueron ejemplares.
    Tras su viaje, no solo quedaron tradiciones y leyendas, sino también mejoras prácticas en las vías e infraestructuras de peregrinación. En su testamento, destinó una importante partida al mantenimiento y desarrollo de hospitales de peregrinos en el Reino de Portugal. Tal fue su vinculación, que en su sepulcro en Coimbra se encontró el bordón con remate en forma de tau que le regaló la iglesia de Compostela. Incluso, una de las calles principales del casco histórico de Santiago (A Raíña) lleva su nombre en su honor.
  • Enrique de Borgoña y Teresa de León (1097): Fundadores del Condado Portucalense, ellos también realizaron la peregrinación a Compostela.
  • Afonso II (1220) y Sancho II “el Piadoso” (1243): Monarcas portugueses que también emprendieron el camino jacobeo.
  • Manuel I “el Afortunado” (1502): A principios del siglo XVI, este rey portugués peregrinó desde Lisboa a Compostela. Como muestra de su devoción, costeó una lámpara para que alumbrara la Catedral de forma continua. Estas nobles peregrinaciones contribuyeron a que el Camino Portugués por el interior adquiriera gran fama entre los lusos, llegando a ser la vía jacobea más transitada durante el siglo XIX.
  • Nobles y cronistas internacionales: El Camino Portugués también atrajo a un flujo significativo de peregrinos europeos de diferentes naciones, incluyendo altos clérigos, miembros de la realeza, nobles y caballeros. Entre ellos, destacaron:
    Leo de Rosmithal (1466): Cuñado del Rey Jorge de Bohemia, realizó varios viajes por Europa, incluyendo el Camino Portugués.
    Jerónimo Münzer (1495): Cronista alemán que peregrinó desde Lisboa.
    Claude Bronseval (1532).
    Giovanni Bautista Confalonieri (1594).
    Cosme III de Médicis (1669).
    Nicola Albani (1743-1745): Este secretario italiano realizó el Camino de Santiago en diversas ocasiones y elaboró una de las guías más completas de la época.

La importancia de la Orden de los Caballeros de Santiago en Portugal también fue crucial para consolidar las vías del Camino Portugués. Concebida inicialmente para defender la frontera de Extremadura, también ofrecía hospitalidad y protección a los peregrinos, con una fuerte presencia en lugares como Braga y Tomar.

Decadencia y el gran resurgimiento del siglo XX

A partir del siglo XVII, las peregrinaciones jacobeas desde Europa experimentaron un importante declive. Acontecimientos como la Revolución Francesa, la Reforma Protestante de Lutero y las desamortizaciones liberales del siglo XIX, junto a periodos de hambrunas, pestes, guerras y sequías, relegaron las peregrinaciones a un segundo plano.

Durante los siglos XVIII y XIX, el Camino casi desapareció del imaginario colectivo. Solo unos pocos devotos mantenían la tradición viva, en un contexto donde la Iglesia luchaba por conservar su influencia social.

En el norte de Portugal, aunque el culto a Santiago se mantuvo, su fervor decaería aún más tras las apariciones de Fátima en 1917, que auparon este santuario como meta de peregrinación nacional.

Sin embargo, los años finales del siglo XX marcaron un resurgimiento espectacular del Camino de Santiago, y por ende, del Camino Portugués. Este renacer fue casi paralelo al del Camino Francés. El empeño de las instituciones públicas y de las asociaciones de peregrinos de Galicia y el norte de Portugal, como las de Valença do Minho y Ponte de Lima, fue crucial.

En 1993, coincidiendo con el Año Santo Jacobeo, se intensificaron los esfuerzos: se distribuyó material promocional, se mejoró la señalización y se crearon oficinas de turismo. En ese mismo año la declaración del Camino de Santiago como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se reavivó el interés por este itinerario histórico.

Estos esfuerzos dieron frutos. La mejora de las condiciones de las rutas, con un incremento significativo de alojamientos y una señalización clara, provocó un “efecto llamada” que ha posicionado al Camino Portugués como la segunda ruta más frecuentada del Camino de Santiago, solo por detrás del Camino Francés. Actualmente, más del 20% de los peregrinos que llegan a Santiago lo hacen por alguna de las variantes del Camino Portugués.

Hoy, es un testimonio vibrante de un legado milenario que sigue atrayendo a peregrinos de todo el mundo en busca de una experiencia única.

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Peregrino medieval

 

Diversidad de trazados: un Camino, múltiples experiencias

Una de las riquezas del Camino Portugués radica en sus diversas variantes, que hoy ofrecen experiencias adaptadas a cada peregrino.

Ambas opciones, la de interior y la costera, confluyen en Redondela para continuar juntas hasta Santiago:

  • Camino Portugués Central (o del Interior):
    Considerada la ruta “tradicional”, fue fuertemente impulsada a partir del siglo XII, justo después de la independencia de Portugal.
    Se desarrolló sobre antiguas calzadas romanas y medievales, así como caminos comerciales.
    Atraviesa ciudades históricas como Lisboa, Santarém, Coímbra, Oporto, Braga, Ponte de Lima y Valença do Minho, y ya en España, desde Tui hasta Santiago de Compostela, pasando por Redondela, Pontevedra y Caldas de Reis, entre otros importantes lugares.
    Registros de los siglos XV y XVI certifican la existencia de numerosas posadas, alberguerías y hospitales de peregrinos a lo largo de este trazado. Hoy cuenta con una importante infraestructura de albergues, tanto públicos como privados.
    El Camino Portugués Central sigue siendo la ruta histórica por excelencia.
  • Camino Portugués de la Costa:
    Esta variante ofrece impresionantes paisajes costeros, mezclando montes, ríos y el litoral atlántico.
    Discurre desde Oporto por la franja atlántica por zonas como el monte de Santa Tegra con su espectacular castro y vistas al Atlántico, el Monasterio de Oia, la ría de Vigo, o la histórica Baiona, testigo de la llegada de Colón en 1493.
    Esta variante costera, oficialmente reconocida en 2016, ha crecido de forma espectacular en los últimos años gracias a su belleza paisajística, el atractivo de las playas y una mejor infraestructura hostelera.

Leyendas y simbolismo en la ruta

Como toda ruta de peregrinación, el Camino Portugués está rodeado de leyendas, símbolos y relatos que añaden un componente espiritual al viaje.

Una de las más conocidas es la leyenda del milagro de Barcelos, en la que un peregrino injustamente acusado de robo fue salvado por el Apóstol Santiago. El gallo de Barcelos, convertido en icono nacional portugués, es testimonio de este episodio.

Otro punto simbólico es la ciudad de Tui, considerada la entrada oficial a Galicia. Su catedral fortificada y el puente internacional que une Portugal y España son emblemas de la unión cultural entre ambos países a través del Camino.

Datos curiosos y actualidad

  • El Camino Portugués es el segundo en número de peregrinos, solo por detrás del Camino Francés.
  • Oporto se ha consolidado como el segundo punto de partida más habitual.
  • Más del 50% de quienes lo recorren son extranjeros, especialmente italianos, estadounidenses y brasileños.
  • Muchas localidades han revitalizado su economía gracias al paso constante de peregrinos.

El Camino Portugués hoy: más vivo que nunca

La historia del Camino Portugués es un reflejo de fe, esfuerzo y renovación. Desde sus orígenes medievales hasta su redescubrimiento contemporáneo, ha sabido adaptarse a cada época manteniendo viva la esencia jacobea.

Hoy, quienes lo recorren no solo reviven la tradición milenaria, sino que también forman parte de un movimiento global que busca conexión, espiritualidad y encuentro. El Camino Portugués, con su historia compartida entre Portugal y Galicia, es mucho más que un sendero: es un legado vivo que sigue marcando a quienes se atreven a recorrerlo paso a paso.

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