El poco espacio hace que los peregrinos caminen de madrugada para coger sitio.
El Camino se puede convertir a veces en una auténtica competición entre los peregrinos por ver quién llega primero a los albergues. El poco espacio que hay en algunos como el de Sarria hace que los caminantes comiencen más temprano el recorrido para llegar antes y no verse obligados a dormir en la calle.
Es el caso de Xavi Blanch y Marc Pinadero, dos barceloneses que vienen caminando desde Villafranca del Bierzo y que denuncian que «a partir de Sarria ya no es peregrinación, es puro y duro turismo y se pierde el encanto del Camino». A medida que se acercaban a esta zona, estos catalanes fueron observando que el número de plazas en los albergues disminuía y para poder conseguir una cama en el de Sarria tuvieron que ponerse a caminar a las tres y media de la madrugada. Lamentan el no haber podido ver el monasterio de Samos de día, pero «el Camino desde aquí es como una carrera, la gente compite para conseguir una cama y o te levantas muy temprano o te quedas fuera», comenta Xabi.
A pesar de que estos peregrinos no tuvieron que dormir en la calle, no todos corren esa misma suerte. Mareike Lüdeke es una alemana que viene caminando sola desde Lugo. Al terminar sus estudios decidió que quería irse de vacaciones y como le gusta mucho caminar, no dudo en venir a Galicia y hacer el Camino de Santiago. El recorrido le llevó una semana, en la que pudo comprobar la amabilidad de las familias gallegas, de las que se lleva un gran recuerdo. Y es que la libraron de verse obligada a dormir en la calle porque como explica Mareike «la gente reservaba sitios en los albergues y como yo no podía ir tan rápido, me quedaba fuera». Ella no contaba con el frío de las noches gallegas, y cuando una familia de Padrón la vio en la calle temblando, la acogió en su casa hasta el día siguiente. A pesar de todo a esta alemana le encanta Santiago, «la ciudad es maravillosa y hay música en cada esquina, además los edificios son muy bonitos», comenta la peregrina, que volverá en tres días a su país.
A veces los hospitaleros de los albergues ceden el suelo de las cocinas o recepciones para aquellos rezagados que se quedan sin sitio. Esto es lo que les ocurrió a los portugueses Silvia Ferreira y Rui Gonçalves, que vinieron desde Valença y tuvieron que hospedarse en el suelo del albergue en Caldas de Reis ya que no había camas para ellos. Para estos caminantes las ruta portuguesa «está demasiado masificada, hay mucha gente en Santiago, es mejor cuando todo es más tranquilo». Además tuvieron que hacerse más de una carrera para conseguir llegar antes de que se acabaran las plazas en lugares como Porriño, Pontevedra o Teo y teniendo en cuenta que, como ellos dicen, «el asfalto está en muy malas condiciones», los pies acaban resentidos. A pesar de todo se maravillan contemplando la catedral y disfrutando del encanto de Compostela, a la que piensan volver en un futuro.
La diferencia de calidad entre algunos albergues públicos y privados también sorprende a peregrinos como Rafael y Luis Guerra, dos primos de Herrín del Campo, en Valladolid, pero que también reconocen que «el trato es exquisito en todos, sean públicos o privados».
Pese a todo, una misma reflexión se apodera de los peregrinos a su llegada al Obradoiro y es que la experiencia y la ciudad de Santiago compensan todo lo malo de su recorrido.
Fuente: http://www.lavozdegalicia.com/santiago/2010/08/17/0003_8673004.htm
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