Con una capacidad para 60 personas, por un donativo de ocho euros se puede dormir, recibir una ducha y conectarse a internet. Los roncadores disponen de doce literas.
Ayer se inauguraba en la localidad llanisca de Buelna el que en pocas fechas puede ser considerado como «el mejor albergue de peregrinos del Norte de España». Al menos eso cree y defiende su propietario, el cántabro Bautista Corral, de 65 años, que desde hace dos décadas regenta en Santander el albergue ‘Santos Mártires’, de 40 plazas y ubicado en el número 9 de la Rúa Mayor.
El establecimiento inaugurado ayer en Buelna fue bautizado con el nombre de ‘Santa Marina’, como la patrona de la localidad. Tiene capacidad para 60 personas y hasta dispone de un departamento aparte, de doce plazas, «para roncadores».
Incluso, horas antes de abrir sus instalaciones ya había recibido el primer contingente de peregrinos: «Un portugués, un italiano, un canadiense y dos chicas alemanas», explicó Corral.
Pernoctar no tiene precio establecido de forma oficial, de momento, y aquellos que caminan por tierras extrañas sólo tienen que dejar un óbolo de «ocho euros, en concepto de donativo». Por ese dinero pueden dormir, recibir una reparadora ducha de agua caliente, establecer contacto a través de internet y cargar el teléfono móvil.
El albergue de ‘Santa Marina’ todavía no está publicitado en las guías del Camino de Santiago pero su inauguración era un secreto a voces entre los caminantes que habían dejado atrás Santander. Y en los tiempos de crisis que corren, para abrir un albergue resultaba necesario conocer el flujo de peregrinos, el tránsito de posibles clientes: «Por Buelna pasan cada día 40 peregrinos y 150 en los meses de julio y agosto».
Como buen conocedor de la ruta, Bautista Corral explicaba ayer que los peregrinos apenas cuentan «con infraestructuras» entre Unquera y Colunga. Matizaba que las posibilidades de pernoctación al uso se reducen a «casitas de acogida, pero no albergues oficiales» y comentaba que por esa razón resultan frecuentes «las quejas y reclamaciones».
Leído en El Comercio