El Camino de Santiago vive un año «devastador» en el que apenas hay peregrinos y un gran número de albergues permanece con el cierre echado
El Camino de Santiago no se ha librado tampoco de los estragos de la pandemia. Después de una primavera inexistente a causa del confinamiento, llegó un verano para el olvido en lo que se refiere al turismo extranjero, cuando más de la mitad de los peregrinos que pasan por Asturias camino de Compostela proceden habitualmente de fuera de España.
Ahora le sigue un otoño de innumerables albergues cerrados, caminantes que llegan a cuentagotas y profesionales que cierran, algunos prácticamente sin haber abierto, una temporada de demasiadas preocupaciones y muy poco trabajo.
Por los tres itinerarios asturiano del Camino, el Primitivo, el del Norte y el del Salvador, las cifras anecdóticas de tránsito contrastan con los buenos datos de años anteriores, en los que parecía que el Principado empezaba a despegar como parte importante del Camino. Muchos de los albergues que se reparten por la región ni siquiera han llegado a abrir sus puertas. Los que han optado por hacerlo lo han hecho para intentar dar servicio a los pocos que llegan y que necesitan un lugar donde pasar la noche; públicos solo dos: en Oviedo y Ribadesella.
Encontrar peregrinos siguiendo las flechas amarillas se hace complicado: uno de los pocos que se ha calzado estos días las botas es el madrileño Luis Prieto, que tras superar una enfermedad decidió invertir sus vacaciones en la andadura. Antes de emprender la marcha, se puso al tanto de los hospedajes que seguían abiertos para no encontrarse con sorpresas durante el viaje y, de momento, está teniendo suerte. Aunque se está llevando una imagen muy diferente a la que tenía de su primera vez en el Camino, hace dos años. «Antes ibas hablando con la gente, ahora hace dos días que no veo a nadie», relata. «Esta vez solo tengo contacto con los responsables de los alojamientos, casi todas las noches duermo yo solo», afirma en su parada en Luarca, sorprendido con la experiencia.
La sensación que él está percibiendo es la que corroboran todos los empresarion cuyos negocios se reparten por el Camino. Como Pablo Andrés Cappagli, del albergue de San Esteban de Leces, en Ribadesella. Él se refiere a este 2020 como un año «devastador». Pablo se puso al frente del alojamiento en 2018 y nunca imaginó que sus cifras fueran a desplomarse como este año. «Ha sido flojísimo. En 2018 recibí a 3.600 personas; en 2019, a 4.822 y este año no hemos llegado a las 320», asegura. Él y su pareja confiesan que «duele mucho esta situación», pero aún así apuestan por resistir: «No vamos a cerrar en todo el año, la gente tiene que poder seguir caminando».
Entre los que no han abierto está el albergue de peregrinos de La Peña, en Mieres, que permanece con el candado echado desde que se decretó el estado de alarma. Este hospedaje, que solía estar disponibe todo el año, se ha visto abocado a frenar su actividad. «Está cerrado desde que comenzó la pandemia», explica Julio González, su responsable. Y la apertura aún es un deseo que nadie sabe cuándo podrá hacerse realidad vistas las circunstancias. «Son todo literas, resulta imposible respetar las distancias. Así que, de momento, no podemos hacer planes», señala. Aunque a pocos, ya han tenido que decir que no a algunos peregrinos: «A veces nos llaman, pero no podemos hacer nada». Julio ve correr los meses en el calendario sin ninguna fecha a la vista que revele qué va a ser de su porvenir.
La pandemia se ha llevado por delante negocios, pero también una de las costumbres características de muchos peregrinos: la improvisación. Atrás queda decidir en el último momento dónde pasar la noche, pues muchos alojamientos avisan de que es necesario reservar previamente para descansar allí. Sucede en el albergue ovetense de El Salvador, donde el año pasado durmieron «6.300 peregrinos», según relata José Luis Galán, presidente de la Asociación Astur-Leonesa de Amigos del Camino. Poco rastro queda de esos números: tan solo abren por las tardes y, cuando tienen huéspedes, la cifra es anecdótica: «diez en toda esta última semana».
Más allá de los albergues, la situación afecta a muchos otros negocios y profesionales. En palabras de Manuel López, presidente de la Asociación de Empresarios del Camino Primitivo, «a la zona interior de Asturias, que está bastante despoblada, el Camino le da mucha vida, es como si tuvieran una pequeña fabriquina de la que vivir».
Y tanto tiempo sin ese goteo constante de peregrinos, hace mella. Él mismo lo está sintiendo en su propia piel, en su hotel de Salas. «Puede haber cuatro peregrinos al día, y ese es el día bueno. Por eso casi todos los negocios están cerrados», explica con pena.
Habitualmente, más de la mitad de los peregrinos que surcaban los itinerarios asturianos del Camino eran extranjeros y, este año, los negocios han tenido que conformarse con los turistas españoles para seguir adelante. «El mayor número de peregrinos que pasa habitualmente por nuestros trazados son de fuera. Hablamos de entre un 60 y un 65%», asegura Laureano Víctor García-Díez, presidente de la Agrupación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago del Norte. Y con esa mayoría ausente, los albergues pasan a nutrirse «casi en exclusiva» de viajeros nacionales.
Los empresarios no entienden del todo el bajón porque, apuntan, el Camino es un plan que no entraña riesgos. Lo dice alto y claro Manuel López, que cree que es un gran momento para peregrinar: «Vas a estar solo caminando y en las instalaciones se cumplen todos los reglamentos, por eso se debe promocionar como camino seguro», incide.
De hecho, para Laureano «tal y como está la situación actual los itinerarios que tenemos en nuestra región pueden tener un futuro muy importante en cuanto a desarrollo turístico, cultural y económico». Pero para lograrlo, cree que hace falta que «las autoridades tomen conciencia real de lo que es y de lo que significa. Tienen que mimarlo y ciudarlo un puntito más de lo que ya lo hacen deberían tomar como referencias otras comunidades que nos llevan ventaja».
A su juicio, la promoción es fundamental: «Hay muchos asturianos que todavía no saben la importancia que tiene el Camino de Santiago en esta región, cuando realmente su cuna está en Oviedo hace 1.200 años», reivindica. Y en todos estos años, aquel trayecto que inaugurase Alfonso II ha vivido mil y un avatares, y pese a todos, ha permanecido.
Leído en El Comercio