Cerrado por la covid desde marzo de 2020, el albergue reabrió el 1 de julio | En el último mes ha alojado más de 70 peregrinos
La pandemia afectó al Camino de Santiago y a los albergues, que tuvieron que cerrar sus puertas de manera indefinida. En Salamanca, la Casa de La Calera volvió a abrir al público el pasado 1 de julio y desde entonces no ha dejado de recibir peregrinos.
El albergue salmantino, situado en plena Ruta de la Plata, llevaba cerrado desde el 14 de marzo de 2020, pero ya se encuentra de nuevo a pleno rendimiento. Durante julio se han alojado más de 70 peregrinos, acercándose a los 84 a los que llegaron el mismo mes de 2019.
El usuario tipo durante este mes ha sido el español. Sin embargo, la procedencia internacional ha sido muy reseñable, siendo extranjeros casi el 30% de los peregrinos, sobre todo de Italia, Polonia y Alemania.
Además, la reapertura se ha realizado cumpliendo con multitud de medidas covid. “Ahora solo disponemos de la mitad de las camas del albergue, ocho; la cocina está cerrada y a la mesa solo pueden sentarse tres personas como máximo”, explica el hospitalero del albergue salmantino, Vicente Saavedra. Incluso para poder contactar con los peregrinos en caso de darse algún positivo, “recogemos los datos de todos y en cuanto pasan 10 o 12 días, eliminamos las fichas”, añade Saavedra.
Medidas muy oportunas y que no se corresponden con las de otros lugares. “La gente y la mayoría de los albergues son muy descuidados con la covid, pero aquí, en Salamanca, tienen muchas medidas. Te miden la temperatura, te piden que te eches gel, las sábanas son desechables…”, dice José Luis, uno de los peregrinos que han llegado este mes en bici a la Casa de La Calera.-
Sin embargo, a pesar del esfuerzo por reabrir sus puertas, los peregrinos que llegan a Salamanca dicen encontrarse algunos impedimentos a la hora de realizar las etapas, como mala señalización, tener que contactar primero con los albergues para asegurarse de que están abiertos, o los pocos compañeros que se encuentran por el camino. “Nos hemos cruzado tan solo a cinco u ocho personas y nosotros nos juntamos más que nada por tener compañía y por si surge algún problema”, afirman José Luis y su compañero de viaje, Ramón.
Leído en La Gaceta de Salamanca