Recién llegados de Noruega, el cordobés Rafael y la letona Evija son los primeros hospitaleros en Zamora
Sólo estarán un par de días, en tanto llega un nuevo hospitalero para relevarles en la responsabilidad de atender el albergue zamorano. Sin embargo, su historia es tanto o más original que la de muchos otros caminantes, constructores de un mundo cargado de humanidad, colaboración y altruismo. Son Rafael García y Evija Puhkstene. El primero, cordobés. Ella, de Letonia. Trabajan en Noruega. Se conocieron en 2004 haciendo el Camino de Santiago. Desde aquella fecha, sacan varias semanas durante el año para «devolver al camino lo que él nos ha aportado».
Tanto él como ella tienen bastante claro el sentido de ser hospitalero, un concepto que resume muchas realidades, pero que no se parece en sentido estricto a ninguna de ellas. Su función podría resumirse en «preservar los hábitos del peregrino», algo que requiere una tarea a veces no poco compleja. «Si al caminante se le da confianza, él sabe comportarse. A veces hay que lidiar un poco, pero también hay hospitaleros con los que es necesario lidiar», reconoce el cordobés Rafael.
De entrada, una máxima. «Hay que tener cuidado con no poner demasiadas normas ni reglas, es mejor que las cosas se cumplan por sentido común», coincide la pareja, que ha ejercido esta función en La Rioja y en la provincia de Burgos y que busca en la experiencia «ver al peregrino desde fuera, identificar las necesidades y aprender a atenderle».
Otra tanda de consejos para futuros voluntarios. «Estoy para estar aquí contigo, no para servirte», o «queremos cocinar juntos, perfecto, pero yo no tengo que cocinar para ti». Tanto Rafael como Evija asumen que el hospitalero «no es un empleado ni un funcionario, pero sí el que tiene que imponer orden y hacer cumplir el reglamento».
Así lo harán ellos y después quien les releve. Mientras, continúan su andar espiritual, el del propio Camino de Santiago y el de la amistad que ha forjado entre ellos una senda común.
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