Los peregrinos con dirección a Santiago de Compostela recorren Navarra y sellan sus etapas con mascarilla. Los albergues de la Comunidad foral celebran el Año Santo Jacobeo con protocolos contra la covid-19 para evitar contagios
Fueron los tres golpes del martillo de madera y plata los que iniciaron la tradición. El Año Santo Jacobeo comenzó el pasado 31 de diciembre cuando el arzobispo de Santiago de Compostela golpeó el muro que tapia la entrada de la Puerta Santa.
Las campanas de la Berenguela anunciaron el inicio a las cinco de la tarde y las puertas traseras de la catedral, en la Plaza de la Quintana, se abrieron para recibir a los peregrinos que, otro año más, estuvieron acompañados por otro viajero: el coronavirus.
Desde hace once años los gallegos y peregrinos esperaban a que el 25 de julio fuera domingo, una fecha que tampoco quiso perderse la covid-19.
La pandemia quiso recorrer la ruta de peregrinación más antigua de Europa y su llegada en 2020 provocó que la apertura de la Puerta Santa se prolongará durante dos años, algo que solo ha ocurrido dos veces en la historia.
Fue una bocanada de aire fresco para muchos peregrinos, pero también para los albergues y rutas por las que pasa el Camino de Santiago.
En Navarra, tras el final del estado de alarma, se aplicaron nuevas medidas y albergues como el municipal de Villava pudieron abrir sus puertas a los peregrinos el 17 de mayo. Antes de esa fecha, Jozejota Girón Carter y Elisabeta Paluhaj, trabajadores de la empresa Telizsa, que gestiona el albergue de Villava junto al ayuntamiento de la localidad, hospedaron a turistas y a personas en situación de exclusión social, pero a partir de mayo comenzaron su temporada en un verano que sabían que iba a ser diferente.
Distancias
El aforo de los albergues navarros ha ido variando según la situación sanitaria y en los últimos meses, con la mejora gracias al protocolo de vacunación en la Comunidad foral, ha aumentado hasta el 75% para los que disponen de habitaciones separadas o con camas donde pueda garantizarse la distancia interpersonal de seguridad.
Sin embargo, aquellos albergues que tengan habitaciones con literas, pero en los que no se pueda asegurar la distancia mínima interpersonal de 1,5 metros, solo pueden acoger a un 50% de su aforo, como índica el Boletín Oficial de Navarra.
Elisabeta Palushaj cuenta que, en su albergue, han tenido que reducir el número de personas por habitación. Si antes podían acoger a 20 peregrinos en sus habitaciones ahora pueden solo a 10, por lo que el aforo está al 50%. El objetivo es garantizar las distancias de seguridad, incluso para las personas que conviven juntas.
Lo que Palushaj destacada es que los peregrinos que llegan, quieren dormir en habitaciones compartidas para mantener la esencia del Camino de Santiago de compartir culturas. Los 27 huéspedes que puede acoger el albergue pueden dormir en habitaciones con más peregrinos, pero han dividido los espacios y han colocado cortinas que permiten aislarse si en algún momento desean más intimidad.
Marisol Goicoa, del albergue de Roncesvalles, destaca la llegada de peregrinos de diferentes países, pero por encima del resto predominan los franceses. “Los más animados son los que provienen de Francia, aunque también los españoles. No estamos teniendo a muchos peregrinos de América ni de Inglaterra, pero creemos que llegarán”. Tienen una capacidad de 110 camas, 83 menos que antes que la pandemia y permiten las reservas con antelación. “Preferimos que reserven porque así nos organizamos, aunque siempre dejamos 65 plazas sin reserva”, señala.
A la llegada
Jan Bouwman se encarga de hospedar a los peregrinos que llegan a Villamayor de Monjardín en el Albergue Oasis Trails. Los huéspedes deben seguir un protocolo de bienvenida que Bouwman elaboró teniendo en cuenta las recomendaciones sanitarias.
En él se indican tanto las normas que deben seguir los peregrinos como los voluntarios que trabajan en el albergue. Se especifica que deben usar mascarilla, el tiempo máximo de uso de las zonas comunes, la distancia de seguridad con todas las personas y la desinfección de manos y zapatos tras la llegada. Bouwman hace hincapié en que hay que disfrutar del viaje, pero también cuidar al resto. “Es cambiar algunos aspectos para vivir mejor, pero sin perder la esencia del Camino de Santiago”.
A la llegada los huéspedes deben dar su nombre, apellidos, lugar de procedencia y enseñar un documento que acredite esa información. “Me encargo de pedirles el DNI o el pasaporte, lo desinfecto, lo escaneo y se lo devuelvo tras limpiarlo de nuevo. Les explico personalmente todo, les doy mascarilla si no tienen y luego les ofrezco un baño de agua con sal para los pies”.
De la misma manera actúa el Albergue Hostería de Curtidores y el Albergue de Oncineda, localizados en Estella. Ambos han mantenido el mismo protocolo que elaboraron en 2020 por la efectividad que obtuvieron, ya que desde que comenzó la pandemia no han registrado ningún contagio. José Antonio Sanz Mosquera, dueño de ambos junto con Amaia García Elcano e Imelda Urabayen Azcarate, expone que pueden hospedar a 31 y 70 peregrinos en sus albergues, respectivamente, por tener 9 y 26 habitaciones.
En el Albergue de Hostería de Curtidores han eliminado las literas y han colocado camas y en ambos los peregrinos pueden reservar con antelación, aunque pueden llegar sin reservar porque suelen tener sitio. “Para hospedarse llevamos a cabo un protocolo policial de bienvenida a través de la aplicación Aloha2, que recupera todos los datos y donde queda registrada la procedencia. Después, les entregamos una hoja que explica una serie de normas sobre alojamiento y sobre el uso de duchas, baños, comedores y cocinas de uso común”.
Lo que intentan, en ambos albergues, es reducir los contactos y por eso suelen hospedar a los peregrinos en burbujas familiares. Además, han organizado los pasillos para que sean bidireccionales. “Hemos pensado en todo para que los peregrinos estén seguros, además hemos instalado nebulizadores desinfectantes y todos los trabajadores deben usar mascarilla, guantes y tomarse la temperatura cada día antes de comenzar la jornada”.
Alternativas al virus
Muchos albergues han tenido que cambiar su forma de trabajo. “Damos servicios de desayuno, comida y cena y lo gestiona una familia, aunque hemos prohibido que los peregrinos cocinen porque sino hay que tener a una persona pendiente las 24 horas y porque así nos aseguramos de prevenir contagios ya que sino tendríamos unas pérdidas enormes”, afirma Ramón Barandalla Mauleón, encargado del albergue de peregrinos Romacador de Estella, perteneciente a los Hermanos Capuchinos.
Por su parte, el albergue de Villava dispone de un restaurante y ofrece menús a los peregrinos con un precio de 10 euros. “Damos ese servicio, aunque mantenemos la cocina y cuatro mesas para que los peregrinos elaboren sus platos. No hay horario de cierre, pero pedimos que a las noches haya silencio para que se descanse bien”, explica Girón Carter.
En Roncesvalles los peregrinos tampoco pueden cocinar, pero han habilitado un espacio para que puedan calentar sus alimentos, comer o incluso comprarlos en las máquinas. “Creemos que es lo más seguro, además hemos habilitado un menú de peregrino en el restaurante que hay en el pueblo y aquí pueden comprar el ticket”, dice Goicoa.
Caminando seguros
Los peregrinos que llegan a España comprueban los protocolos ante la covid-19, pero como aseguran los propietarios de los albergues, están animados y sin miedo. Bouwman destaca que suelen venir en grupos o en pareja y ya no piden habitaciones individuales sino que quieren conocer al resto de gente.
El pasaporte covid-19 y las vacunas han animado a los europeos a venir a Navarra para comenzar el Camino de Santiago. “Me siento muy segura con las medidas de los albergues porque son estrictos y la gente, aunque viene a disfrutar, respeta mucho. Además, es mi segunda vez, la anterior me tatué una concha y lo hice porque creo que el Camino de Santiago no es llegar ahí sino caminar junto a otros para compartir culturas”, afirma Donatella Giordano, romana de 44 años, durante su estancia en Villamayor de Monjardín. “Lo que ha cambiado es su mochila. “Ahora es imprescindible el pasaporte covid, el desinfectante y el cigarrillo electrónico porque le he prometido a mi hija que cuando llegue a la Plaza del Obradoiro lo voy a tirar, ese es mi propósito, dejar de fumar”.
Laura Eggerichs, estadounidense de 36 años, y Hans Edlert, suizo de 33 años, también repiten. “Nos conocimos en Suecia y esta es la tercera vez que hacemos el Camino de Santiago porque nos encanta andar y porque no queríamos estar en casa. Nuestra meta es conocer, como mínimo, a dos personas en cada etapa”, dice Eggerichs. Hans recalca que necesitaba el viaje: “No me da miedo el coronavirus porque en Suecia ha estado todo abierto siempre y hemos estado en bares, cafeterías… Además, estamos vacunados y por eso estoy tranquilo”.
Las italianas Adrienna Mauri y Anna Crippa, de 18 y 19 años, no están vacunadas, pero su devoción por Santiago es tan grande que no han querido desaprovechar la oportunidad de hacer el camino en el Año Santo. “Tenemos cuidado y respeto, pero sentía que tenía que a hacerlo”, justifica Mauri mientras prepara su comida en el albergue de Roncesvalles.
Magdalena Mase, de Bélgica, y Aurelia Picot, de Austria, se conocieron en un albergue y desde entonces caminan juntas. “Sentí la llamada de Dios. Conocí a Aurelia y ella me está acompañando”, dice Mase. Picot, por su parte, explica que el camino lo hace por diversión y ambas se han animado a compartir habitación ya que hay distancias y así pueden conocer a más personas.
En la misma habitación se hospedan Catrina Ripa y sus 8 amigos, todos procedentes de Francia. “Hemos venido todos juntos y recorreremos todas las etapas de Navarra en 8 días. Tengo 55 años y es la primera vez que lo hago, pero estoy muy ilusionada porque me vacuné con Janssen y me siento segura”, apunta Ripa mientras se descalza en un banco.
Leído en Diario de Navarra