Legado. La aldea en la que se asentó un importante hospital de la Orden de Malta sigue acogiendo con los brazos abiertos a los peregrinos del siglo XXI
A un paso del Camín, las recias torres de la iglesia de San Juan de Villapañada se alzan al cielo como testigos en piedra de la larga tradición hospitalaria con la que han acogido a los peregrinos jacobeos durante siglos. El legado sigue aquí, al otro lado de los muros del templo, en el albergue municipal ubicado en las antiguas escuelas de la aldea. Domingo Ugarte, su responsable, además de hombre abierto, campechano y hablador, es un extraordinario guardián de la historia que atesora este lugar.
Vecino de Rivielles, tomó el relevo del popular Poldo, que veló durante años por la atención a los caminantes y por el cuidado de las instalaciones. Su sucesor relata con todo lujo de detalles y de forma amena los orígenes de la hospedería. Nos desvela su vinculación a la Orden de Malta, también conocida como Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, y apunta que el mismo topónimo de Villapañada viene del antiguo Leñapañada, en referencia al carro de leña que los aldeanos debían de pagar cada año al comendador sanjuanita.
Señala el recinto, cerrado por un muro de piedra, en el que se encuentra la iglesia y sobre el solar de la desaparecida alberguería, la casa parroquial, y evoca que allí había derecho de asilo, no solo a quienes peregrinaban, a cualquier persona que viniera a acogerse a él, incluidos los perseguidos por la justicia. Ugarte añade que el mismo Coto de San Juan fue territorio independiente con ayuntamiento, juez y cárcel hasta comienzos del XIX, el siglo hasta el que estuvo en funcionamiento el hospital.
En Villapañada hay otros vestigios de su conexión al Camino de Santiago Primitivo como la llamada Fuente de los Peregrinos, un manantial que saciaba la sed de los que llegaban aquí tras el duro repecho que conduce al pueblo y en el que recibían la primera muestra de hospitalidad del lugar. Los romeros actuales la obtienen de manos de Domingo nada más flanquear la puerta del albergue.
En su interior hay suficientes botellas de agua fresca preparadas para los recién llegados y en la cocina el fogón dispuesto para que el de Rivielles se ponga el mandil si los huéspedes precisan un plato caliente para cenar.
A falta de chigre en la aldea, el alojamiento cumple esas necesidades básicas y su cuidador incluso dispone siempre de algunas botellinas de sidra enfriando para invitar a los viajeros a unos culinos.
No duda en hacerlo para que prueben nuestra bebida autóctona Norbert Lenz y Peter Korestian, policías jubilados de la ciudad alemana de Nastätten que siguen la vía primitiva a Compostela «por motivos espirituales y también como reto personal», como afirman mientras saborean la sidra del anfitrión.
Salieron desde Oviedo casi con las primeras luces del día y acaban de llegar a San Juan cuando ya la tarde va enfilando su rumbo final. El hospitalero les señala en la distancia el hueco en el horizonte que ocupa la sede de El Salvador y luego, apuntando hacia la cumbre envuelta en neblina que parece guardarla indica a los teutones que allí está el Monsacro: «Es el Monte Sagrado donde estuvieron custodiadas las reliquias de la Arca Santa de la Catedral».
Los peregrinos asienten con interés a las explicaciones del hospitalero que antes les había sorprendido pidiéndoles la guía editada en Alemania que consultaban en una de las mesas exteriores del albergue y mostrándoles en ella una foto suya de hace algunos años. «Todos los peregrinos alemanes traen esta guía y ahí estoy yo. Me conocen ya antes de llegar», comenta con retranca Ugarte.
Norbert y Peter no son los únicos alojados esta tarde en el albergue. Con la espalda apoyada en la fachada de las antiguas escuelas, el burgalés Jorge García descansa a la sombra y con los pies descalzos mientras lee una novela de Carlos Ruiz Zafón. Cuenta que ya hizo dos veces el Camino Francés y que ahora decidió recorrer el Primitivo «porque tenía unas semanas de vacaciones y esta me pareció la mejor opción para disfrutarlas. Me gusta la tranquilidad, poder estar a mi aire y sin depender de transportes, hoteles, etcétera. Iré sin prisa, aunque procurando ajustarme a las etapas oficiales», expresa.
Cerca de él, Jano Villanueva, de Valencia, escucha la conversación y se suma a ella, revelando que este es su cuarta peregrinación a Santiago y la segunda partiendo de Oviedo. «El Francés ahora mismo está sobrepasado de gente, se pierde toda la esencia. Aquí en el Primitivo aún se puede vivir una experiencia distinta», opina.
Domingo el hospitalero sigue escanciando culinos y entre medias aportando nuevos datos sobre el pasado de San Juan de Villapañada. Por ejemplo, que siguiendo la ruta jacobea viajaban hacia Galicia los caldereros avilesinos de Miranda y que algunos acabaron asentándose en la aldea: «Hasta hace poco, todavía quedaban vecinos que sabían el bron, la jerga gremial de los xagó, como se llamaban a ellos mismos», explica. «Este fue siempre un lugar de tránsito y lo sigue siendo hoy gracias a los peregrinos», sentencia mientras apunta al camino que sale desde el albergue hacia donde ya comienza a ponerse el sol y está Santiago.
Leído en El Comercio