La masificación y su presentación como un destino turístico ha «desvirtuado» la esencia del Camino, tanto que algunos albergues de inspiración cristiana abogan recuperar las raíces de esta ruta
Faltan apenas veinte minutos para la una del mediodía y los primeros peregrinos llaman a la puerta. Son dos mujeres de Croacia y un italiano que llevan unos días por la ruta Jacobea después de haber partido de Saint Jean Pied de Port. El hospitalero les recibe en un pequeño habitáculo a la entrada del albergue y –a pesar de que él opina lo contrario– les explica en un perfecto inglés las normas de este lugar especial: «En esta casa damos mucha importancia al respeto y a la convivencia. Aquí cenamos en comunidad y preparamos juntos la mesa y después de la cena tenemos un pequeño encuentro de oración en la capilla. Es importante guardar silencio desde las once de la noche; cada uno puede levantarse a la hora que desee, pero nunca antes de las seis de la mañana. Y aquí no pedimos nada, ahí tenéis una caja donde depositar vuestro donativo si lo deseáis», les traslada. Los peregrinos asienten y le alargan su compostela para recibir el sello correspondiente. Parece que les ha convencido. Se quedan.
Lejos de las masificaciones y los intereses económicos que inundan el Camino de Santiago, el albergue de peregrinos de Tosantos es de los pocos que mantienen un estilo marcadamente cristiano de la acogida, «pobre y sencilla, siguiendo a grandes líneas la regla de san Benito», explica Víctor Sánchez, uno de los hospitaleros que reciben a los peregrinos de marzo a noviembre, los meses en que está abierta esta peculiar posada. Es vallisoletano, funcionario de la Junta de Castilla y León y un enamorado del Camino. Él mismo emprendió la ruta hace más de 20 años e hizo noche en Tosantos.
La experiencia que allí descubrió le transformó y provocó que desde entonces, cada verano, dedicara sus vacaciones y otros días moscosos a proseguir junto con un equipo de seis voluntarios la línea impulsada en este albergue desde que lo pusiera en marcha José Luis Antón con el respaldo de la parroquia, propietaria del inmueble. Entre los días de uno y de otro voluntario van completando el calendario de apertura de la instalación.
Junto a ellos, el otro pilar del albergue «es el grupo flotante de benefactores» que con sus donativos y entregas en especie –no solo alimentos, sino incluso lavabos, duchas o estufas de pellets– hacen que la providencia se encargue de llenar de vida el lugar. Allí no hay cuotas ni precios; los vecinos entregan productos de sus huertas y con los pequeños donativos de los peregrinos, cada mañana Víctor puede desplazarse a Belorado a comprar los víveres para la cena, que prepara junto a los peregrinos. «Somos como una pequeña familia», explica.
Sánchez es consciente de que el Camino de Santiago ha perdido su esencia, de que la ruta se ha masificado y de que varios intereses la han convertido en un reclamo meramente turístico. Con todo, ha surgido una red de albergues de inspiración cristiana que desea volver a las raíces de la peregrinación y entre los que destaca en la provincia, además del de Tosantos, el de Emaús, en la parroquia de San José Obrero de la capital, la atención a peregrinos que se realizaba en Hontanas y la acogida que lleva a cabo la fraternidad San Jacopo di Compostela en la ermita de San Antón en Itero del Castillo.
«Nosotros queremos trasladar a la gente que existen dos caminos: uno es el que andas y otro el que te construyes interiormente y que es el verdaderamente importante. Es necesario despojarse de las prisas y trasladamos que es importante hacer el Camino en soledad y ayudar a descubrir que no necesitamos grandes cosas para vivir; todo lo imprescindible cabe en una mochila», explica el voluntario.
De hecho, en este albergue es todo humilde y sencillo, lejos del lujo al que someten a los peregrinos algunos albergues ‘cinco estrellas’. En el albergue de Tosantos no hay camas, solo una treintena de colchones en el suelo. Tampoco hay wifi y los peregrinos que lo deseen tienen que acudir al bar para actualizar sus perfiles en las redes sociales. Con todo, «queremos hacerles la estancia cómoda, ayudarles a descubrir su vida como una peregrinación y algunos salen de aquí tocados».
Para lograrlo, el equipo de voluntarios –ellos mismos se apañan para cubrir toda la temporada– sigue «la misma línea, con los mismos criterios», haciendo que «sea más fácil una continuidad en el estilo» de acogida. Cuidan especialmente dos momentos con los peregrinos, la cena y el rato de oración y reflexión tras la misma –«y antes del fregoteo, para que nadie se escape»– en un pequeño oratorio en la planta superior del edificio. «Explicamos el sentido del Camino, hacemos una pequeña plegaria a modo de Vísperas y los peregrinos comparten sus intenciones», que anotan en unos papeles que se queman cada 15 de agosto, cuando se reune en la ermita de la localidad el equipo de voluntarios y benefactores del albergue para celebrar la eucaristía y orar por los peregrinos que han pasado por él a lo largo del último año.
El flujo de peregrinos es irregular, y Víctor aún constata que la covid ha dejado en casa a muchos de ellos, a pesar de ser Año Compostelano. Algunos de los que por allí recalan lo hacen «por casualidad»; otros sí van buscando este tipo de acogida, como Gabriele di Blasio, un peregrino del Molise italiano que necesita «un lugar de tranquilidad para poder reflexionar» sobre su vida, ya que «el ritmo del tiempo diario lo impide». «Este lugar es especial». También hizo noche en el albergue parroquial de Grañón, en la Rioja, y buscará «este tipo de alojamientos diferentes», explica.
La experiencia de Gabriele y tantos otros supone para Sánchez «una enorme satisfacción; una inmensa sonrisa». Tanto que ya tacha los días del calendario para regresar al año que viene al albergue de Tosantos…
Leído en Archiciócesis Burgos
Que maravilla poder encontrar esta acogida Cristiana en el Camino! Vivo en Brasil y Me estoy preparando para hacer el Camino en maio.
Espero encontraros en el Camino! Abrazos Peregrinos