Abrió sus puertas el pasado 21 de marzo y desde entonces, la cifra de peregrinos que han pernoctado en el albergue de Santa Ana, en Donibane, ha superado con creces el medio centenar. «La primera peregrina que recibimos este año era de Letonia, aunque lo cierto es que la mayor parte de la gente que ha venido en esta semana y media que llevamos en funcionamiento procedía de diferentes lugares de la península, como Valencia y Cataluña. Han sido, sobre todo, personas muy jóvenes que disponen de dos o tres días de vacaciones y hacen trayectos cortos, por ejemplo, de Irun a Deba o hasta Zarautz», señala Xatur Telletxea, un vecino de San Juan que presta sus servicios como hospitalero voluntario desde que este centro se inauguró hace ya algo más de una década.
Él ha sido el encargado de recibir a quienes esta Semana Santa han comenzado la primera etapa del Camino de Santiago por la costa, haciendo escala en el pequeño hospital de peregrinos situado en las faldas del monte Jaizkibel, tras la ermita a la que debe su nombre. Hoy son dos personas de mediana edad las que llaman a las puertas del inmueble. Xatur toma sus datos y sella la credencial que portan. «Vienen andando desde Colonia. En Hendaya han sumado 1.200 kilómetros y continúan hasta Compostela», indica.
Ellos no son los únicos que estos últimos días han llegado a la bahía de Pasajes desde otros países de Europa. «También hemos tenido a algunos de nacionalidad alemana y danesa. Incluso nos ha visitado un australiano», apunta.
Dejan patente que el Camino de Santiago no sólo disfruta de buena salud, sino de que ha estado «lleno de muchas personas». Según explica, «los días que más gente hemos notado fue el Jueves y el Viernes Santo. No había más que ver cómo estaba la plaza del pueblo con personas que llevaban a sus hombros mochilas y la popular vieira bien visible. Los pequeños bares y restaurantes no paraban de atender hasta pasadas las cinco de la tarde a clientes que querían comer. El pueblo ha estado a tope».
Lo primero, cargar el móvil
El albergue ha estrenado este año, con el inicio de la temporada oficial, algunas novedades. La mejor recibida por sus usuarios ha sido la señal wifi gratuita que se ha habilitado en el interior del edificio. Es una prueba de cómo los peregrinos también están adaptándose a los nuevos tiempos. «Antes, lo primero que te preguntaban era dónde estaba la ducha. Ahora también quieren saber dónde se encuentra ésta, pero antes piden poner a cargar sus teléfonos móviles. Hemos tenido que comprar un dispositivo con muchas tomas extra para que todos tengan opción a conectarse a la toma de electricidad. Vienen muy preparados, casi todos llevan su tablet y un pequeño ordenador portátil. Han dejado de utilizar cámaras fotográficas para usar sólo los móviles», señala el hospitalero sanjuandarra.
Algo similar ha ocurrido, al parecer, con los libros y otras guías del Camino editadas en papel, que han dejado de estar presentes en las mochilas de cuantos emprenden ruta para lograr el favor del santo. «Toda la información la cogen ahora de internet y se la descargan en su teléfono móvil. Parece que así funcionan igual de bien. Hay algunos que incluso nos llaman con antelación para hacer reservas, pero éste es un albergue puro del Camino, en el que se atiende a los peregrinos según llegan hasta que se completa el número de camas», aclara.
Pero si el albergue de Santa Ana goza de buena aceptación entre los peregrinos, no menos éxito tiene entre aquellos que se prestan a ejercer como hospitaleros voluntarios en él. «Está muy cotizado», bromea Telletxea, quien asegura que disponen de una lista de espera de personas residentes en diferentes comunidades autónomas dispuestas a desplazarse a Pasajes San Juan para trabajar de manera totalmente voluntaria. «Y la mayoría, repite de un año para otro. Tenemos hospitaleros de Madrid, Valencia, Cataluña, Navarra… Cada diez días hacemos un relevo», declara.
Su labor es «muy importante», ya que no sólo se ocupan de atender y registrar a aquellos que marchan hacia Santiago, sino que les ayudan y entretienen, «algo que no ocurre en los albergues privados».
Leído en Diario Vasco