El histórico Paolo Caucci asegura que la hospitalidad es un “deber hacia cualquier tipo de persona que necesite una ayuda, no solo en el Camino de Santiago, sino en cualquier aspecto de la vida”
La procesión de San Nicolás recorre los poco más de 50 metros que separan el cruce de caminos con la puerta de la ermita del mismo nombre. Alrededor de una veintena de miembros de la Cofradía de San Jacopo di Compostella, con su capa marrón arrojada sobre sus espaldas, portan al santo para el inicio de la tradicional mesa que cada 20 de julio acoge este espacio, convertido en albergue del Camino de Santiago.
Y entre todos ellos, el histórico Paolo Caucci, rector de la Cofradía, la única institución en Italia autorizada para expedir la credencial de peregrino, documento indispensable para quienes pretendan caminar a lugares santos.
Su vínculo con el Camino de Santiago nació en 1968, recién licenciado, para su tesis doctoral. Un año después hizo el Camino y pasó por la puerta de San Nicolás, en Puente Fitero, infraestructura medieval que salva el río Pisuerga y hace de límite provincial entre Burgos y Palencia. Es decir, otro cruce de caminos.
“Me enamoré del Camino y empecé a publicar sobre. Quedé atado, no solo afectivamente, sino profesionalmente. Y muchos de mis cursos universitarios se dedicaron al Camino”, recuerda. En su mente, aquel primer día en que cuando caminaba transitó por delante de esta ermita, entonces “completamente abandonada, sin tejado y como refugio de gitanos”. Se dio cuenta de que estaba relacionado con el puente, que era una estructura del Camino. “Cuando empezaron a renacer las peregrinaciones comprendí que era necesario crear un espacio para acogerlos. Este lugar me pareció perfecto”, sostiene.
Allí es donde la Cofradía presta el servicio a los peregrinos: “La hospitalidad es un deber hacia cualquier tipo de persona que necesite una ayuda, no solo en el Camino de Santiago, sino en cualquier aspecto de la vida”. En la ruta jacobea, precisa, se observa la otra cara de la medalla, porque “si no hay Camino, no hay peregrinos y no hay hospitalidad”. Al fin y al cabo, la labor hospitalaria en el Camino es hoy la misma que en la historia, pues los caminantes “no podían ir a Santiago de Compostela sin una estructura hospitalaria que los atendiese. Ahora, igualmente. Deben dormir, ducharse y comer”.
Y se despide, minutos antes de empezar la simbólica procesión, y responde qué es para él el Camino: “Una gran aventura de la mente, del espíritu, del saber y del creer, en un hecho fundamentalmente religioso. Pero por aquí pasa todo el mundo. Es una peregrinación antigua que ha renacido ahora, con consecuencia en todos los campos de la economía, de la política, la cultura, de la fe. Es una gran experiencia”.
Leído en Diario de Burgos