El buen tiempo trae un aluvión de caminantes a La Rioja, que ‘sufren’ los horarios de los albergues
Los albergues riojanos del Camino de Santiago están a rebosar. Entramos en temporada alta. La primavera llena de peregrinos el Camino. Apenas queda espacio libre para acoger la riada diaria de caminantes que transitan por La Rioja hasta adentrarse en Castilla.
Los quince albergues públicos y privados que existen no parecen ser suficientes para satisfacer la demanda. De hecho, ya hay otras iniciativas privadas en marcha.
El Camino es hoy un negocio turístico más que está favoreciendo el asentamiento de locales en los núcleos urbanos que atraviesa. Hostelería y restauración son los principales beneficiarios del Camino de peregrinación a Santiago.
La iniciativa privada se ha sumado al aluvión de caminantes, contribuyendo así a la mejora indirecta de los albergues de titularidad pública.
Los establecimientos de los núcleos urbanos, empezando por Logroño, con su casco viejo, Navarrete, Ventosa, Nájera, Azofra, Cirueña, Santo Domingo de la Calzada y Grañón son los principales beneficiarios directos del turismo de peregrinación.
Sin embargo, no deja de ser curiosa la falta de una regulación específica sobre fechas de apertura y cierre y horarios de atención con los requisitos que deben reunir las instalaciones, etc. Y todo ello, sin entrar en otras consideraciones, como reconocen tanto algunos propietarios de albergues particulares como usuarios.
La Rioja, según reconocen, es la única comunidad del Camino en la que no hay una regulación específica sobre el funcionamiento de albergues de peregrinos. Así, llama la atención que los albergues municipales o públicos sigan manteniendo la apertura de los mismos a las 14.00 horas, cuestión que todavía hoy sigue considerándose ‘normal’.
Ellos, los peregrinos, madrugan para evitar sofoquinas, para desayunar y comer en otros horarios. Hasta para llegar a las 12 de la mañana con la tranquilidad necesaria, ducharse, cambiarse de calzado y de ropa y quedarse en casa o salir a la calle a buscar su propia experiencia vital.
Pero hay tantos casos y ocasiones en las que no es así que resulta chocante verlos llegar a las 12 reventados, vagabundear por las localidades con la mochila al hombro y no poder hacer nada de lo que resultaría natural como es hacer turismo cultural o gastronómico.
Esperar a la puerta de los albergues con una paciencia eterna es o lo parece una de las penitencias del Camino.
Quizás puedan bailar cifras y porcentajes. Pero reconociendo que más de un 80 por ciento de los peregrinos que pasan por La Rioja son extranjeros y que los horarios de su vida cotidiana hasta cuando están en ruta no difieren mucho de su actividad normal, resulta incomprensible que los establecimientos abran a las dos de la tarde.
Enrique Valentín gestiona el albergue de Ventosa y preside la Red de Albergues Privados. Es un hombre templado, sin ningún ánimo de acidez. Sin embargo, está preocupado por el boca a boca que se transmite entre los peregrinos; por la difusión universal que se conecta a través de las redes sociales abiertas permanentemente.
¿La imagen? «Parece mentira lo que supone como recurso económico y lo que nos encontramos día a día. ¿Los precios? Es que muchas veces es como si pensaran que los peregrinos sólo pasan una vez y no funcionara Internet», asegura. La sensación recuerda mucho a lo que ofrecían en los años 70 en algunas zonas turísticas del litoral mediterráneo en cuanto a calidad, precios y servicios.
Un recorrido de 60 kilómetros
El Camino está lleno de vivencias personales y únicas. Los peregrinos del Camino de Santiago tienen quince albergues a lo largo de un recorrido de apenas 60 kilómetros entre Logroño y Grañón. Siete de ellos son privados y están adscritos a la Red de Albergues Privados. La Red privada tiene dos en Logroño (Puerta del Revellín y Check in Rioja), uno en Navarrete (El Cántaro), otro en Ventosa (San Saturnino), uno en Nájera (Puerta de Nájera) y otro más en Cirueña (Virgen de Guadalupe).
Pero en La Rioja existen también posadas y otros establecimientos que no están adscritos. Posadas y hoteles tanto en Logroño, Navarrete como en Nájera y Azofra, por poner algunos ejemplos, además de otros albergues municipales, parroquiales.
Logroño cuenta con un albergue parroquial de la iglesia de Santiago el Real, en pleno casco viejo; en Navarrete hay uno municipal y otros dos más privados (Jacobus y A la sombra del laurel); Nájera dispone de uno municipal junto al río Najerilla y de otro privado (La Judería); el parroquial de Azofra llamado Herbert Simón y otro más municipal. El último de ellos se sitúa en Grañón, antes de adentrarse ya en las tierras de Castilla y León.
Los precios de los albergues riojanos oscilan entre los tres y los doce euros y los hay con seis, siete, nueve y once euros por pernoctación. Los datos generales que se encuentran por todo el Camino no difieren mucho de uno lugar a otro.
Un peregrino viene a gastar entre 30 y 36 euros al día según la estadística oficial. La estancia media en La Rioja supera los 3-5 euros. Los desayunos vienen a costar entre 3 y 4 euros. El menú de los peregrinos es posible encontrarlo entre los 9 y los 10 euros y, en ocasiones, hasta más barato.
El Camino a su paso por La Rioja parece estar exigiendo un reconocimiento oficial y efectivo hasta para ofrecer una imagen de calidad como fundamento básico y acorde con la propia región. Es, o lo parece, una exigencia genérica y, como reconocen algunos que viven a su alrededor, «un recurso económico que crece y al que no le prestamos una atención prioritaria».
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