El Camino de Santiago para vagos - Camino de Santiago

El Camino de Santiago para vagos

El Camino de Santiago para vagos :: Albergues del Camino de Santiago

Sin macuto a cuestas, con reservas en hoteles (sin lujos) y hostales y las etapas justas… Sin pasar muchas estrecheces, se puede conseguir la Compostela. La esencia es la misma, el esfuerzo físico menor.

Galicia recibe al peregrino con un día nublado y fresco. Mientras la mayor parte del país se derrite en plena ola de calor, en Sarria (Lugo) hace falta cubrirse. Tras un café y unas tostadas, comienza la caminata.

Antes, hay que estrenar la credencial del peregrino para dar fe del paso por ahí. Este pasaporte compostelano, que reconoce la peregrinación gracias a los sellos, se puede recoger en las parroquias en todas las ciudades.

Hasta el pueblo anegado

En los primeros kilómetros de la ruta desde Sarria, los peregrinos marchan prácticamente en fila india. Se nota que esta localidad para muchos es la primera, porque se sitúa a algo más de 100 km. de Santiago de Compostela, el itinerario mínimo exigido para recibir la Compostela.

La ruta de Sarria a Portomarín es emocionante, dinámica y bonita. Se atraviesan campos de trigo, se cruzan riachuelos y se pasea entre espesos bosques que cubren la senda. El espíritu del Camino se contagia.

Tras 23 km., aparece el embalse de Belesar del río Miño en Portomarín. Fin de la primera etapa con un gran vaso de agua que ofrecen los jóvenes del pueblo a todos los caminantes.

Por la tarde, y si el tiempo lo permite, la alternativa más atractiva resulta un baño relajante en la piscina municipal (previo pago de 2 euros). A las 20:00 horas, en la majestuosa iglesia de San Nicolás, el único vestigio del antiguo pueblo, se celebra la misa del peregrino con bendiciones y reconocimiento en tantos idiomas como sea necesario.

[sc name=”AdSense_intext”]

De cena, pulpo a feira

La segunda etapa, de Portomarín a Palas de Rei (25 km.), es quizás la más anodina. La senda marcha paralela a la nacional 547 por lo que los paisajes son menos atractivos que en la anterior y exige cruzar la carretera en múltiples ocasiones para continuar el camino.

Lo mejor del itinerario, la diminuta capilla de la Magdalena, en Ventas de Narón, y el entrañable aldeano invidente que aprieta el sello del templo en el lugar marcado de la credencial.

Cuando parece que termina la caminata del día, con la presencia de la oficina de turismo de Palas de Rei que da la bienvenida a pie de pista, aún queda un trecho para llegar al centro del concello. Será el momento de sellar el pasaporte peregrino para constatar el recorrido de la jornada. Siempre se hará dos veces, una al llegar y otra cuando se abandona el pueblo al día siguiente.

Las ampollas siguen dando tregua porque las zapatillas especiales para senderismo –y no botas, que en verano conservan en exceso el calor– ya están domadas. Antes de dormir, una ducha de agua fría por las piernas y alcohol de romero en los pies.

[sc name=”AdSense_intext”]

En territorio brigantino

La siguiente etapa llega hasta Arzúa, tierra quesera con denominación de origen. Probablemente sea la más espectacular y entretenida.

Atraviesa bosques encantados de hayas, pinos y eucaliptos. A pesar de ser la más larga (30 km.), resulta cómoda y no se hace pesada. Eso sí, los cinco últimos kilómetros son una auténtica montaña rusa con pronunciadas bajadas y subidas.

En medio del camino y antes de llegar a Melide, merece la pena fotografiar el puente viejo de la aldea de Furelos, así como visitar la parroquia de San Juan, que conserva parte de su arquitectura medieval románica.

En Arzúa resulta obligatoria la parada en Casa Teodora. Ofrece un menú del día (10 euros) con exquisitos y copiosos platos. Si por la noche se reposa la cena, al día siguiente es muy recomendable desayunar en la antigua confitería La Esquina.

Resulta óptima la pensión Arcano, de habitaciones nuevas e impolutas, o en la propia Casa Teodora, para descansar. En ambos establecimientos conviene reservar para llegar con más tranquilidad al destino tras una caminata de casi siete horas. Si fuese necesario, en todas las paradas hay clínicas de fisioterapia que alivian las piernas cansadas de los peregrinos (22 euros/ 45 minutos de sesión).

[sc name=”AdSense_intext”]

Las rutas más cortas

La cuarta etapa de este itinerario reducido acabaría tras 19 km. en Pedrouzo, pero se puede recortar 1.500 metros para aprovechar el hotel O Pino y su restaurante, en A Rúa, y reponer fuerzas en la penúltima parada del Camino. Hay que probar el pulpo a la brasa y los pimientos de Padrón, que al final ninguno pica.

Al quinto día se llega a Santiago de Compostela. El monte O Gozo emociona: está a apenas una hora andando de la Catedral del Apostol.

La entrada a la ciudad obliga a pasar por barrios del extrarradio y no ofrece mucha señalización. Una vez que se accede al casco antiguo se empieza a sentir la emoción que explota en la plaza del Obradoiro, con la catedral empapelada de andamios desde hace un par de años.

Por motivos religiosos o no, la entrada en el majestuoso templo es imperdonable, así como el abrazo al Santo por el que los peregrinos hacen colas de horas. A mediodía (incluido botafumeiro) y a las 19:30, en horario de verano, se celebra la misa del peregrino.

Eso sí, no se puede acceder al templo con macuto. Es necesario guardarlo en alguna consigna, como en la de la cercana oficina de Correos. Después hay que acreditar la aventura en la Oficina de Acogida al Peregrino (Rúa Carretas, nº33. 981 568 846). Y con su sello final, se consigue la Compostela.

La última parada ofrece excelentes restaurantes para volver a degustar la gastronomía típica: empanada, pimientos de Padrón, zorza, pulpo, zamburiñas, navajas, mejillones, tarta de Santiago… La céntrica rúa Raiña y la vecina Franco se convierten en una opción perfecta que atraen a miles de peregrinos, turistas y locales en busca de buenos platos.

Por la noche, esta misma zona se convierte en la más animada del centro. A los bares de copas se suman los grupos musicales más o menos espontáneos que amenizan la llegada a Santiago en plena calle.

El esfuerzo de los 112 km recorridos se ve recompensado por la experiencia, por el buen ambiente que se crea entre los peregrinos, el compañerismo, la generosidad y la tranquilidad de las sendas. Para los próximos, ¡buen Camino!

Leído en Ocholeguas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio