La pandemia, el confinamiento y los cierres perimetrales de las comunidades han terminado por ahuyentar a los pocos peregrinos que recorrieron la ruta jacobea en verano y al inicio del Año Santo. Ahora mismo no hay nadie caminando y eso ha provocado la ruina económica para todos aquellos que viven del paso de los peregrinos. Es el caso de Estanislao Linares (Sahagún, 1964), dueño y gerente del Albergue Viatoris, que ha tenido que tirar de ahorros e incluso se ha hipotecado para poder mantener su negocio.
Pero más que una forma de ganarse la vida, Linares define el Camino de Santiago como un ruta trascendente que «ha permitido que millones de personas hayan dado un vuelco a sus vidas».
¿Qué estaría pasando ahora en el albergue si no hubiera pandemia?
Ahora mismo deberíamos estar al cien por cien. Hace dos años, por ejemplo, pasaron por aquí unas 40.000 personas, de España y de todos los lugares del mundo, desde Brasil hasta Australia.
¿Cuál es la situación actual?
Tenemos el albergue cerrado desde agosto. No hay ni un peregrino. Cero personas. Es dramático. Al estar todas las comunidades cerradas, los caminantes no pueden avanzar. Estamos sin facturar desde entonces.
¿Y cómo han sobrevivido? ¿Alguien les ha ayudado?
Nadie en absoluto. Ni la Junta de Castilla y León, ni el Gobierno nacional. Nadie. Hemos logrado sobrevivir tirando del dinero familiar e hipotecándonos. Hay mucha historia detrás como para tirar la toalla ahora.
¿Cuál esta historia?
La de mi familia. Llevamos abiertos desde 2005 pero, en nuestro caso, hemos vivido unidos al Camino de Santiago durante generaciones. Mis padres fueron pioneros, en el año 64, de la atención a los peregrinos. Entonces, tan solo pasaba un puñado de ellos, sobre todo franceses –muchos a caballo–, en todo el año. Nosotros hemos seguido sus pasos, por lo que para nosotros el Camino es algo familiar.
Veo que la actividad transciende a lo puramente económico…
Claro, de algo tenemos que vivir. Aunque la nuestra es una economía básica, de subsistencia. De hecho, muchos pueblos aún perviven en España gracias al Camino de Santiago. Pero le voy a decir con la mayor sinceridad de mi corazón que nosotros no necesitábamos el Camino para vivir. Para mi familia este negocio supone algo más que una cuestión económica; de hecho, es algo moral.
Vivimos por y para el Camino, pero sobre todo vivimos por y para ayudar a las personas que peregrinan.
Ofrecemos no solo lo que tenemos sino también lo que somos, y eso nos hace ser parte del espíritu de esta peregrinación. La ruta jacobea no es una ruta cualquiera, es el reflejo de una España plural, abierta, acogedora y, principalmente es una ruta hacia el interior de las personas, que se rehacen y se reencuentran en este periplo.
¿Tiene esperanza de que vuelvan pronto los peregrinos?
Hay que ver cómo evoluciona el tema de la vacunación, pero este año lo hemos dado por perdido. De todas formas, los peregrinos volverán. Tardarán más o menos, y ahora con la pandemia toca que sea más, pero los peregrinos siempre vuelven. El Camino es tan especial que jamás morirá.
¿Qué le diría al apóstol Santiago?
Como católico, le daría las gracias por estar enterrado donde está enterrado. Esto ha permitido que millones de personas hayan dado un vuelco a sus vidas. La gente cree que existe solo un Camino de Santiago, pero no es verdad. En realidad, existe el Camino por el que cada uno transita. Por eso esta experiencia se le graba a todo el mundo en el alma.
Leído en Alfa y Omega